Durante su visita al sepulcro de San Pablo en la basílica extramuros, el Papa León XIV ofreció una homilía en la que destacó que toda vocación cristiana nace del amor gratuito de Dios y requiere una respuesta libre de fe obediente. Inspirado por la carta de san Pablo a los Romanos, el Pontífice subrayó que la salvación no es automática, sino fruto de un misterio de gracia y adhesión personal. En el contexto del inicio de su pontificado, pidió la gracia de vivir su misión como sucesor de Pedro.
Patricia Ynestroza-Ciudad del Vaticano
Esta tarde, el Papa león XIV visitó el Sepulcro de San Pablo, en la basílica de San Pablo extramuros. En su homilía, recordó la lectura bíblica, la carta de san Pablo a los cristianos de Roma, una obra clave del Nuevo Testamento, dijo, que gira en torno a tres temas fundamentales: la gracia, la fe y la justicia. En el contexto del comienzo de su nuevo pontificado, el Papa invitó a reflexionar sobre este mensaje paulino tan rico en significado espiritual y teológico.
San Pablo comienza su carta reconociendo que ha recibido de Dios la gracia de la llamada (cf. Rm 1,5). Esto significa, señaló el Papa, que su vocación y misión como apóstol no son fruto de méritos personales, sino de una iniciativa divina que le precede. A pesar de haber sido perseguidor de la Iglesia, Pablo fue alcanzado por el amor misericordioso de Dios, quien lo eligió para una nueva vida. Este llamado gratuito recuerda a las palabras de san Agustín, quien afirmaba que no podemos amar a Dios si antes no hemos sido amados por Él. En esta línea, se subraya que toda vocación nace del amor preveniente de Dios, comparado con el de una madre que alimenta a su hijo cuando aún no puede valerse por sí mismo.
Responder al llamado de Dios con fe y en libertad
Pero la gracia no anula la libertad, continuó su homilía, en el mismo versículo (Rm 1,5), san Pablo menciona también la obediencia de la fe, expresión que encierra una profunda verdad existencial. En el encuentro con Cristo camino de Damasco (cf. Hch 9,1-30), Pablo recibió una revelación que no lo forzó, sino que lo invitó a una decisión libre.
La fe, en este sentido, dijo León XIV, no es una imposición mágica, sino una respuesta libre y confiada a la iniciativa amorosa de Dios. Supone lucha, esfuerzo, y adhesión personal. Por tanto, la salvación no ocurre de forma automática, por encanto, sino que es el resultado de “un misterio de gracia y de fe, del amor de Dios que nos precede, y de la adhesión confiada y libre por parte del hombre.
Como Saulo que cada uno responda a la invitación del Señor
El Santo Padre agradeció al Señor la llamada con la que transformó la vida de Saulo y pidió que también nosotros sepamos responder del mismo modo a sus invitaciones, haciéndonos testigos del amor que «ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado» (Rm 5,5).
“Le pedimos que sepamos cultivar y difundir su caridad, haciéndonos prójimos los unos de los otros en la misma carrera de afectos que, desde el encuentro con Cristo, impulsó al antiguo perseguidor a hacerse «todo para todos» (1 Co 9,22), hasta el martirio. De ese modo, para nosotros como para él, en la debilidad de la carne se revela la potencia de la fe en Dios que justifica (cf. Rm 5,1-5)”
El mensaje de San Benito
El Pontífice recordó que la Basílica de San Pablo extramuros ha sido encomendada desde hace siglos al cuidado de una comunidad benedictina. Permite así, dijo, recordar el mensaje central de San Benito, en lo que respecta al amor como fuerza impulsora de la vida cristiana y del anuncio del Evangelio. En su Regla, afirmó León XIV, san Benito hace constantes exhortaciones a practicar la caridad fraterna dentro del cenobio (la comunidad monástica) y a mostrar hospitalidad hacia todos, aspectos fundamentales de la vida cristiana que reflejan el Evangelio vivido en lo cotidiano.
Dios nos ama
El Papa concluyó su homilía evocando las palabras que, más de mil años después, otro Benedicto, el Papa Benedicto XVI, dirigía a los jóvenes:
“«Queridos amigos —decía—, Dios nos ama. Ésta es la gran verdad de nuestra vida y que da sentido a todo lo demás. […] En el origen de nuestra existencia hay un proyecto de amor de Dios», y la fe nos lleva a «abrir nuestro corazón a este misterio de amor y a vivir como personas que se saben amadas por Dios» (Homilía en la Vigilia de oración con los jóvenes, Madrid, 20 agosto 2011)”
Es esta, dijo por último el Papa, la raíz, simple y única, de toda misión, incluso de la suya, como sucesor de Pedro y heredero del celo apostólico de Pablo. Y pidió al Señor que le conceda la gracia de responder fielmente a su llamada.