Hola, buenos días, hoy Israel nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
EN BUENAS MANOS
Desde hace unos meses, nuestra nueva priora nos encomendó a cada hermana unos determinados oficios como nuestra misión y responsabilidad. Todo el monasterio está distribuido así, para que, entre todas, podamos sacarlo adelante.
En mi caso, me ocupo, entre otras cosillas, de la organización de una parte de nuestro trabajo, así como de preparar los ensayos del coro… Nunca me había dedicado a ello, así que enseguida pude ver que, hasta que no tienes una responsabilidad en tus manos (por pequeña o grande que sea), no valoras del todo lo que ello conlleva.
Al experimentar mi pequeñez, decidí encomendar mis oficios a quienes realmente saben escuchar mejor que yo la voluntad del Señor. La parte del coro se la he entregado a la Virgen María, porque Ella tuvo que ser la primera que cantó a Jesús. Y la parte del trabajo, a San José, el maestro que, con sus manos, trabajó para sacar adelante a la familia de Nazaret, y que enseñó el oficio a Jesús.
¡Qué descanso! Porque cuando “la empresa” es de otro, vives mucho más tranquilo, ya que las responsabilidades y las preocupaciones no recaen tan intensamente sobre ti. Sí, ciertamente uno se tiene que ocupar de ello, pero nunca estamos solos, porque son Ellos quienes guían nuestros pasos, enderezan los caminos y arreglan los errores. Incluso se valen de ellos para enseñarnos mucho más.
Hoy, día en que la Iglesia celebra a San José obrero, me llevaba a descubrir que era un trabajador normal de aquella pequeña aldea. Sin embargo, había algo en él que le distinguía de todos los demás: todo lo que hacía giraba en torno a Cristo, mostrándonos que cualquier desempeño que nos toque realizar encuentra su sentido pleno en esto mismo. Es para Cristo; es por Él por quien lo hago. Y es Él quien le da su entera dignidad, porque “no hay mayor amor que el que da la vida”.
Hoy, el reto del amor es dejar en manos de San José y de la Virgen María nuestras encomiendas. ¡En qué buenas manos!
VIVE DE CRISTO