Otra salida no programada de Francisco, como la del domingo pasado, de Casa Santa Marta donde continúa su convalecencia y ha reanudado algunas reuniones. El Papa llegó a la Basílica alrededor de las 13.00 horas donde encontró a un centenar de fieles muy emocionados que acudieron a saludarlo y ser bendecidos.
Salvatore Cernuzio – Ciudad del Vaticano
Era casi la una de la tarde en la Basílica de San Pedro cuando se oyó a unas mujeres gritar en los pasillos: «¡El Papa está aquí! ¡El Papa está aquí!». Tras la sorpresa del pasado domingo, cuando los 20.000 fieles reunidos en la plaza de San Pedro para el Jubileo de los Enfermos vieron llegar de repente al Papa en silla de ruedas, esta tarde, Francisco quiso también salir unos minutos antes de la Casa Santa Marta, donde continúa su convalecencia, y cruzar la Puerta de la Oración para dirigirse a la Basílica. Menos de diez minutos para rezar ante la tumba del Papa Pío X, un Pontífice al que siempre se dijo muy cercano y al que acudió a rezar el domingo pasado. También se detuvo en el monumento dedicado a Benedicto XV, el Papa de la Primera Guerra Mundial, y visitó las tumbas restauradas de Pablo III y Urbano VIII.
Cientos de personas saludan al Papa
Pero bastaron unos minutos para sobresaltar a los cientos de personas que en ese momento habían acudido a visitar San Pedro y que, «con un ordenado tam tam », como dicen los presentes, se congregaron para saludar al Papa. Entre ellos, se encontraban también algunos restauradores que en ese momento estaban ocupados tras una cortina en las obras internas realizadas en los últimos meses por la Fabbrica di San Pietro, quienes estrecharon la mano de Jorge Mario Bergoglio, de varios niños a los que bendijo y de grupos enteros de peregrinos que estaban en Roma con motivo del Jubileo.
“Demasiada emoción, mi visión se nubló por las lágrimas y ni siquiera pude tomar una foto”, dijo a los medios del Vaticano Monseñor Valerio Di Palma, canónigo de San Pedro. Había regresado a la sacristía alrededor de las 12.50, diez minutos después salió atraído por el alboroto y vio la silla de ruedas con el Papa, empujada por Massimiliano Strappetti, asistente sanitario personal. Por todos lados había gendarmes intentando mantener el orden.
Bendiciones y saludos
El Papa cruzó la Puerta de la Oración y luego se dirigió al Altar de la Cátedra y, finalmente, a la tumba de San Pío X para orar. Al final, saludó a algunas personas, según le fue posible, explica Monseñor Di Palma. Ninguna palabra de Francisco, sólo gestos. Gestos de cercanía y cariño hacia los que encontraba frente a él, algunos incluso se alinearon para capturar un momento de cercanía con el Obispo de Roma en este tiempo en el que, debido a su convalecencia, las apariciones públicas se han vuelto más raras: «Todos corrían sabiendo que el Papa había venido de repente».
Francisco se presentó a la gente con una manta en las piernas para protegerse del frío y cánulas nasales para el oxígeno: «Nos conmovió verlo así, de civil, sencillo. Todos lloraban, incluso los guardias de seguridad». Algunos niños se acercaron al Papa, una señora fue bendecida entre lágrimas. ¿Por qué las lágrimas? Porque es señal de que se ha recuperado, de que, sí, sufre, pero está cerca. Me impresionaron sus ojos: grandes, lúcidos. Una mirada penetrante y atenta. No dijo nada: saludó y bendijo. Le dije: «Santidad, estamos deseando que vuelva aquí». Sonrió.