1 Mas Jesús se fue al monte de los Olivos.
2 Pero de madrugada se presentó otra vez en el Templo, y todo el pueblo acudía a él. Entonces se sentó y se puso a enseñarles.
3 Los escribas y fariseos le llevan una mujer sorprendida en adulterio, la ponen en medio
4 y le dicen: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio.
5 Moisés nos mandó en la Ley apedrear a estas mujeres. ¿Tú qué dices?»
6 Esto lo decían para tentarle, para tener de qué acusarle. Pero Jesús, inclinándose, se puso a escribir con el dedo en la tierra.
7 Pero, como ellos insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: «Aquel de vosotros que esté sin pecado, que le arroje la primera piedra.»
8 E inclinándose de nuevo, escribía en la tierra.
9 Ellos, al oír estas palabras, se iban retirando uno tras otro, comenzando por los más viejos; y se quedó solo Jesús con la mujer, que seguía en medio.
10 Incorporándose Jesús le dijo: «Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado?»
11 Ella respondió: «Nadie, Señor.» Jesús le dijo: «Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más. » (Jn. 8, 1-11)
Jesús pasó la noche orando y descansando en el Monte de los Olivos. Alamanecer, se dirigió al Templo y se sentó para predicar a los que ansiaban sus palabras de Vida. Pero esta escena idílica, se trocó inmediatamente en una acción violenta a cargo de los escribas y fariseos. Llegaron arrastrando a una mujer adúltera y sorprendida en su pecado. Jesús sólo ve en ella a una pobre miserable, a quien todavía no había llegado la gracia de Dios, con la conversión. ¡Pero su piedad y misericordia lo harían posible!.
Sus adversarios le instan y obligan a que se defina en este caso. “La Ley de Moisés obligaba a apedrear a las adúlteras, ¿tú qué dices?”. Jesús, a quien quieren violentar para que responda, como si este asunto no le perteneciera, se agacha y con indiferencia comienza a dibujar en el suelo. Ellos se ponen nerviosos: “¿la apedreamos o no?”. Si se manifiesta positivamente, el pueblo que lo admiraba por su cercanía con los pecadores, se sentiría decepcionado. Y si se inclinaba a no cumplir la Ley, sería un subversivo y culpable de no adherirse a ella, como buen judío.
Pero, estos escribas y fariseos olvidan sus palabras de que Él es el Hijo de Dios y conoce todo lo que hay en el corazón de cada hombre. Jesús tampoco puede ser atrapado en las artimañas de los que lo aborrecen. “Y siguió escribiendo en la tierra”. Y ante su insistencia, Jesús les lanza otra pregunta en dónde les descubre su gran hipocresía: “el que esté libre de pecado que le arroje la primera piedra”. Todos quedaron al descubierto y abochornados porque, como una película, pasan ante ellos secuencias de su mala vida y las más de las veces, inconfesables son sus delitos.
Ya a solas, Jesús y la mujer, pues todos se escabulleron, le pregunta a esta: “¿Dónde están tus acusadores?. ¿Nadie te ha condenado?: Pues yo tampoco”. Y le pide que en adelante no peque más.
Jesús “ha venido a salvar lo que estaba perdido”. El no ha venido a juzgar sino a curar al hombre, a todo hombre, de sus pecados contra Dios y contra los hermanos. ¡Señor, que no desviemos la vista de nosotros mismos por hurgar en vida ajenas cuando tenemos en la propia mucho de qué arrepentirnos y convertirnos! ¡Y, sobre todo, no dejar de mirarte a Ti, Jesús, porque Tú has pagado por mis pecados con tu mismaSangre! ¡Éste ha sido el precio de mi ingratitud y desprecio a tu amor!.
Sigue usando, Señor, de piedad y misericordia pues, esto de ir tras otros dioses o elegir el mal, ¡no es de ahora sino del principio de mi creación!Entonces ya comenzaste a usar de perdón y bondad para con los primeros hombres caídos en desgracia!. Y ahora que tenemos la Redención en nuestras manos, por el Sacrificio de tu Hijo en la Cruz,¿no te apiadarás de mí y de todos?. Pero no dejes de repetirme con insistencia amorosa: “!Anda, y en adelante, no peques más!”. ¡Nopeques más!”. ¡Gracias, Jesús, por la seguridad de tu amor y misericordia! ¡Gracias, Señor! ¡Gracias!
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