Hola, buenos días, hoy Sión nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
LIMPIANDO EL JARDÍN
El otro día, paseando por el jardín del Noviciado, encontré una inmensa colonia de… ¡¡ortigas!!
No dudo que tienen muchísimas propiedades y valen para infinidad de cosas, pero eso de tenerlas en el jardín no me convence en absoluto. Decidí quitarlas inmediatamente.
En esta situación, se presentan dos alternativas: cortar o arrancar. Ciertamente, cortar no lleva más que un minuto, sin embargo, disimulas el problema eliminado las hojas, pero quedan las raíces…
Arrancar, en cambio, requiere muchísimo más tiempo (¡hay que ir de una en una!), implica más esfuerzo, pero los resultados son mucho más profundos y duraderos.
De pronto caí en la cuenta de que algo así sucede en nuestro corazón. El Señor se dio cuenta de que nosotros podemos “cortar” nuestras malas hierbas, podemos cambiar por fuera… pero todas esas malas raíces se esconden en lo más profundo, y es posible que rebroten una y otra vez.
Sin embargo… ¡¡el amor de Cristo nos transforma!! Él se ha puesto de rodillas junto a nosotros, en nuestra tierra, se ha manchado las manos con nuestro barro… porque quiere que Su amor llegue hasta lo más profundo de nuestro corazón. Porque Su amor es el único que puede cambiarnos desde dentro.
Jesucristo no “corta” nuestras malas hierbas, quiere arrancarlas con todas sus raíces. Por eso sus procesos son más lentos, pero llegan mucho más profundo. Tan profundo… que cambia nuestro corazón por completo.
“Les arrancaré el corazón de piedra y les daré un corazón de carne, ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios” (Ez 11, 19-20).
A Él no le importa invertir tiempo en el jardín de tu interior. Sabe que es un proceso lento… pero que el resultado será pura belleza.
Hoy el reto del amor es que pongas tus “malas hierbas” en las manos de Cristo, ¡pídele que haga de ti un hermoso jardín por el que pasear!
VIVE DE CRISTO