Hola, buenos días, hoy Israel nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
…ESAS NOTAS DISONANTES…
La otra tarde estaba sentada frente al Señor con mi guitarra, tocando una canción. Y, de pronto vi, así en lo práctico, algo que había estudiado en música.
Resumidamente, se trata de un acorde que, al escucharlo, genera mucha tensión (incluso tiene notas disonantes). Este acorde, claramente, “pide” resolverse en otro para hallar reposo, que suele ser el acorde más importante de la canción.
Nuestra vida es como una melodía armoniosa. Puede suceder de todo dentro de la melodía y no por ello dejar de ser armoniosa. Incluso con aquellas notas disonantes… Pero lo curioso es que ese acorde concreto es el que más apunta hacia el acorde principal y, de hecho, suele desembocar en él.
Y es que esas disonancias que pueden acontecer en nuestra vida nos dan un pequeño empujón hacia nuestro “acorde principal”, que es el Señor. Precisamente eso es lo que, muchas veces, nos vuelve la mirada a Cristo y nos hace redescubrir, una y otra vez, que solo en Él tenemos reposo y fortaleza. Él es quien da sentido a todo lo demás, porque es Él quien hace que esta melodía suene verdaderamente bien.
San Pedro había seguido al Señor en su vida pública con gran ímpetu; incluso era uno de los más íntimos. Pero también experimentó el momento de mayor disonancia de su vida cuando, por miedo, negó al Señor. Aquel instante marcaría su vida para siempre, porque desembocó en un gran perdón, y su amor y seguimiento dieron un gran salto de madurez.
Esto mismo hace el Señor con nosotros cuando volvemos la mirada hacia Él. Cristo no quiere que nos quedemos instalados en ese acorde de tensión. Por eso, siempre nos estará llamando y atrayéndonos con su mirada, como hizo con Pedro, para que descubramos que todo se resuelve en Él.
Hoy, el reto del amor es volver a tu Roca, a tu reposo, a tu fortaleza. No te quedes instalado en ese “acorde de tensión”, sino vuélvete al Señor y, con Él, reemprende la melodía del amor.
VIVE DE CRISTO