Hola, buenos días, hoy Sión nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
TRES DE UN GOLPE
Desde luego que hace falta tener arte. Estaba de cocina y fui a abrir una tarrina de queso de untar. Para mi sorpresa, resulta que estaba mal rematada de fábrica y tenía un pico afilado que no vi. ¿Cómo lo hice? No lo sé. Pero el hecho es que me corté en tres dedos a la vez.
Al principio no le di ninguna importancia, parecían simples rasguños… pero el corte fue un poco más profundo de lo que pensaba. Y así, los días siguientes al accidente, ¡seguía con los dedos doloridos!
El contacto con el agua, pasar páginas en un libro o tocar el borde de mi carpeta se volvieron acciones realmente molestas: ¡sentía que las heridas se me abrían de nuevo!
Ahora, con las heridas ya cicatrizadas, he pensado mucho sobre ello. Yo intentaba hacer las cosas como siempre, pero no podía, ¡me hacía daño! Eso sí, el problema no eran las acciones que quería realizar, eran mis manos, que estaban heridas.
Y cuántas veces podemos encontrarnos a personas a las que parece que todo “les da calambre”: malhumoradas, con respuestas bruscas… ¡incluso nosotros mismos podemos tener un día torcido, en que todo nos sienta mal!
En esos momentos, es fácil pensar que el problema está fuera, en las circunstancias, en las personas que nos rodean… y no nos paramos a mirar que son nuestras manos las que están heridas, ¡y por eso les duele todo lo que tocan!
Antes de seguir, ¡hay que pararse a curar!
Eso es lo que el Resucitado quiere hacer en tu corazón: “al verlo, se compadeció, y acercándose, le vendó las heridas, echándoles aceite” (Lc 10, 33-34).
Solo el aceite del amor puede cicatrizar las heridas del corazón, transformar la mirada, para que nuestras manos no reciban todo como un ataque del que defenderse… sino como un regalo del que disfrutar.
Hoy el reto del amor es mirar con misericordia a quien te responde mal, ¡que tu amor sea aceite en sus heridas!
VIVE DE CRISTO