Hola, buenos días, hoy Israel nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
¿ESTÁS LIBRE?
Sonó mi puerta y la hermana me hizo esa pregunta… “¿Estás libre?”.
Nuestra conversación se volvió divertida:
—¿Libre, libre?… ¡Una monja nunca está sin hacer nada! —le respondí con la libertad que da la confianza.
Nos entró la risa a las dos, porque ambas sabemos que es verdad, pero eso no tiene que ser una excusa para no estar disponible. Así que me fui con ella a la encomienda que teníamos que realizar juntas.
Qué tentación, ¿verdad? Porque hoy en día todo se planifica, y eso es bueno e importante para descubrir que cada tarea es un momento de gracia con el Señor.
Sin embargo, muchas veces me doy cuenta de que a mi planificación del día le falta añadirle un: “Hoy haré esto… si Dios quiere”. Porque en un solo día pueden surgir muchos acontecimientos inesperados. ¿Y si es el Señor esperándome en ellos?
Recuerdo la anécdota de un sacerdote: subía a su habitación diciéndole al Señor que estaba cansado de tanto tiempo en el confesionario y que ese día no iba a ir. Cuando, de pronto, sintió que el Señor le decía en el corazón: “No te preocupes, si no vas tú, buscaré a otro que sí quiera ir”. ¡Bajó rápidamente! Y, completamente decidido, renovó su «sí» al Señor en el confesionario.
Me ayuda descubrir que lo importante no es cumplir mis previsiones, sino decirle «sí» al Señor en cada momento. Lo que me pides hoy, ahora… ¡Aquí estoy, Señor!
Porque el Señor no suele preguntarnos si estamos libres, sino que es más directo: nos llama a ir con Él. Como hace cuando llama a cada uno de sus discípulos o cuando los envía de dos en dos a anunciar el Reino en todos los poblados por donde pensaba ir Él. También cuando les pide que permanezcan en vela y orando con Él en el Huerto de los Olivos. En el Evangelio vemos muy clara la fragilidad de nuestra respuesta, pero Él nunca dejará de llamarnos a más.
Hoy, el reto del amor es descubrir a Jesucristo en la persona que me solicita.
VIVE DE CRISTO
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