1 Tres días después se celebraba una boda en Caná de Galilea y estaba allí la madre de Jesús.
2 Fue invitado también a la boda Jesús con sus discípulos.
3 Y, como faltara vino, porque se había acabado el vino de la boda, le dice a Jesús su madre: «No tienen vino.»
4 Jesús le responde: «¿Qué tengo yo contigo, mujer? Todavía no ha llegado mi hora.»
5 Dice su madre a los sirvientes: «Haced lo que él os diga.»
6 Había allí seis tinajas de piedra, puestas para las purificaciones de los judíos, de dos o tres medidas cada una.
7 Les dice Jesús: «Llenad las tinajas de agua.» Y las llenaron hasta arriba.
8 « Sacadlo ahora, les dice, y llevadlo al maestresala. » Ellos lo llevaron.
9 Cuando el maestresala probó el agua convertida en vino, como ignoraba de dónde era (los sirvientes, los que habían sacado el agua, sí que lo sabían), llama el maestresala al novio
10 y le dice: «Todos sirven primero el vino bueno y cuando ya están bebidos, el inferior. Pero tú has guardado el vino bueno hasta ahora.»
11 Así, en Caná de Galilea, dio Jesús comienzo a sus señales. Y manifestó su gloria, y creyeron en él sus discípulos. (Jn. 2, 1-11)
Jesús, se sumerge en la vida cotidiana de su pueblo. Y en este momento, asiste a una boda de sus paisanos en Caná de Galilea. María, es también invitada, así como los discípulos de Jesús. Todos, disfrutan de la alegría del evento. Pero, ¡ay, surge una dificultad y es que se acaba el vino!. Una boda sin vino que, “alegra el corazón del hombre”, es algo impensable cuando sabemos que los novios judíos, iban guardando el mejor vino para la boda, durante mucho tiempo atrás.
María, por la amistad o el parentesco que, le unía a los novios, estaba con las otras mujeres pendiente de lo que hiciera falta para que el banquete resultara un éxito. Es posible que, todas se dieran cuenta de la falta de vino, pero, sólo María tenía secretamente la llave para solucionarlo. Se acercó a jesús y lacónicamente le dice: “no tienen vino”. Implícitamente, sus palabras le piden que actúe con su poder de Hijo de Dios. Pero Jesús, aún no había comenzado su misión encomendada por el Padre de manifestarse a Israel y, le expresa a su Madre una negativa: “¿qué nos va a ti y a mí?, todavía no ha llegado mi hora”.
Mas, María, mujer y Madre, quizás con la mirada, suplicó que proveyera a los novios de vino para no tener que pasar por esta vergüenza. Y, Jesús, siempre compasivo y misericordioso, leyó en la mirada de su Madre, no sólo su súplica confiada, sino la voluntad del Padre-Dios que, lo lanzaba a su primer milagro donde comenzó su manifestación como Mesías.
Vemos aquí que, la oración perfecta, por el amor y el abandono en Dios, puede cambiar el curso de la historia y, más la oración de María, su Madre, porque los designios de Dios no son irrevocables, sino que, por su gran sabiduría, pueden cambiarse para el bien del hombre. Pensemos en el profeta Jonás y cómo por su predicación, el pueblo de Nínive, se convirtió de su mala vida y Dios retiró su castigo en qué iban a parecer hombres y animales en esta ciudad. Esto, María lo sabía y dijo a los sirvientes: “haced lo que Él os diga». Y, el agua se convirtió en el buen vino nunca probado por el hombre: “ ¡el vino mejor!”.
Jesús, con este milagro, no sólo bendijo el agua, sino sobre todo al hombre y a la mujer que bajo la mirada de Dios quieren inaugurar una familia: padre, madre y toda la prole de hijos que Dios les quiera dar. Hoy, vivimos en una sociedad en que estos valores se han ahogado porque preferimos nuestros deseos y pensamientos, a los santos planes de Dios sobre su criatura para que, sea ya bienaventurada en esta tierra y después se deje amar por Dios eternamente. Ésta es la primigenia voluntad de Dios para el hombre. Pero aquí está el corazón de este hombre desobediente…
Mas, este Evangelio es muy esperanzador porque nos invita a unirnos a María en la plegaria por este nuestro mundo torcido. Diremos como Ella a Jesús: “¡Señor, no hay valores! ¡Señor, Tú sólo puedes convertir nuestro corazón pecador, a hijo de Dios, ¡santo! ¡Con tu Madre confiamos porque sólo Tú Jesús, puedes cambiar nuestro corazón aguado y que, se derrama fuera de Ti, en un vino que, por tu amor loco, puede llegar a convertir “el vino nuevo” en tu propia Sangre! ¡Jesús, por tu amor bondadoso, escúchanos! ¡Amén! !Amén!
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