Konaté Hernández/PERIÓDICO SAGRADA FAMILIA
Cancún, Quintana Roo.– Como es una tradición, la Diócesis Cancún Chetumal, ofreció su posada– desayuno, en agradecimiento a los medios de comunicación que cubren la fuente por su labor informativa, el 20 de diciembre, en el Salón Arcángeles, Catedral de la Santa Cruz y Santísima Trinidad en Cancún.
Los hombres de hoy no ven o no quieren ver a Dios en su entorno, pero les ven a ustedes, testigos creíbles del Evangelio. No tengan miedo de predicar la Palabra con el ejemplo y ser testigos creíbles del Evangelio, fue el inicio del mensaje obispo.
Monseñor Pedro Pablo Elizondo Cárdenas, L. C., continuó deseándoles una feliz Navidad, e instó a los comunicadores acercarse a Jesús, como San Juan Diego, cuando se le apareció la Virgen Santísima de Guadalupe, para prodigar su amor maternal a los moradores de esta tierra para mostrar y manifestar a Él, su amor misericordioso para con nosotros.
Disfrutar de la gran alegría anunciada por el Ángel a los pastores: “no tengan miedo, les anuncio una gran alegría que lo será para todo el pueblo”. La alegría que anuncia el mensajero de Dios, es diferente a la pequeña alegría que anuncia el mundo, pues se trata de una alegría plena, profunda que permanece en el corazón.
Es buscar la verdadera alegría en Navidad, no la falsa que deja dolor de cabeza y vacío el corazón. La alegría grande y verdadera es dar, como dice Jesús: “hay más alegría en dar que en recibir”; acaparar todo para sí y buscar que los otros nos den, consuelen, manden un mensajito es una alegría que no se compara con el compartir lo mucho o lo poco que tenemos y buscar la felicidad de los demás.
Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica, pero más dichosos quienes la comparten a sus hermanos. “Dichosa tú que has creído porque se cumplirá todo lo que se ha anunciado” (Lc. 1, 45). La alegría de la fe es más profunda que la alegría del raciocinio. Es buscar la alegría de tener a Dios en el centro de la vida y del corazón. No buscar ni dejarse envolver por la tristeza de poner al ego en el centro de la vida. No estamos hechos para que el ego sea nuestro dios. Si le dejamos que pretenda ser Dios tarde o temprano nos sentiremos desnudos, confundidos, avergonzados y solos, como Eva y Adán, dijo.
Dichosos los pobres, los humildes y los puros, porque de ellos es el Reino de Dios y ellos serán llamados hijos de Dios. Buscar la alegría sana, no la tóxica que contamina el espíritu y lo deja en las mismas patologías.
Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia, (Mt. 5, 7). No buscar la alegría vengativa del desquite, sino la del perdón y reconciliación. No buscar la alegría del odio, resentimiento que pudre el corazón, sino la alegría de la paz y bondad del corazón. No buscar la alegría del consumismo, sino del desprendimiento y austeridad. Saber contentarnos con lo que Dios nos da en su paz, en el corazón. Jesús no nació en un centro comercial, ni sus padres se endeudaron para recibirlo. Es importante dar regalos, pero más importante hacerse regalo para los demás con un saludo o una sonrisa, acompañar al que está solo y consolar al que está triste. Buscar la alegría es contemplar a Jesús que desvela el misterio del hombre al propio hombre y no se deja atrapar por la alegría fugaz del ritmo frenético y velocidad que produce la adrenalina. Buscar la alegría como María de guardar y gustar la Palabra de Dios en el corazón y compartir con los demás, subrayó Monseñor Pedro Pablo Elizondo Cárdenas, L. C.