En el mensaje dirigido a los participantes en la tercera edición del «LaborDì», promovido por la ACLI de Roma, el Papa insta a las nuevas generaciones a no ceder a contextos profesionales «contaminados», donde es normal «hacer que todo salga bien», «sólo para obtener «prestigio social» o «dinero». La fría «actuación» de las máquinas siempre irá acompañada de la creatividad y la «imaginación» humanas.
Edoardo Giribaldi – Ciudad del Vaticano
Una invitación a no ceder ante peticiones que «humillan», que muchas veces hay que obligarse a «hacer bien» para abrirse camino en un contexto, el del mundo del trabajo, «contaminado» por modelos difíciles de aceptar. Modelos en los que el prestigio social y el dinero parecen ser los únicos objetivos. Ambientes en los que el «rendimiento» de las máquinas «no lo es todo», y donde es imprescindible apoyar «la imaginación con la que Dios nos hizo a todos diferentes».
Saliendo de las «cuevas», estamos hechos «para la luz»
«Somos ‘piezas únicas’, ayudémonos unos a otros a recordarlo», es la exhortación que el Papa Francisco reserva a los participantes en la tercera edición de «LaborDì», el proyecto destinado a «promover y poner el trabajo decente en el centro» organizado por la Asociación cristiana de trabajadores italianos (ACLI) de Roma.
«Quizás el trabajo os ha parecido hasta ahora un problema de adultos. Como anciano obispo de Roma, quisiera decirles: ¡no es así!», explica Francisco, destacando el compromiso y la energía necesarios para el crecimiento de la nuevas generaciones. Cada uno puede «haber desperdiciado buenas oportunidades», pero no debe cansarse nunca de salir de sus «guaridas»: esos refugios construidos cuando surgen «confusión y amenazas».
“Pero en realidad estamos hechos para la luz, para el aire libre. Así, una vez superada la adolescencia, el escenario del mundo se abre ante vosotros. Puede parecer abarrotado y distraído cuando llegue; y aún así, aún falta tu aporte, lo que siempre se te ha esperado. Con vosotros – y quisiera decir a cada uno: con vosotros – lo nuevo entra en el mundo. Todo, realmente todo puede cambiar”.
Una «revolución suave» basada en las relaciones y la singularidad
Desde el «grito de la Tierra» y su «modelo equivocado de desarrollo», el Papa reflexiona sobre la interconexión presente entre cada ser humano citado en la encíclica Laudato si’. El mundo del trabajo también es «humano», aunque a veces esté contaminado «por dinámicas y comportamientos negativos que a veces lo hacen inhabitable». En los entornos profesionales son precisamente «nuestros vínculos» los que cuentan más que «los números y los resultados». Cultivarlos, uniéndolos a la «conciencia» de la propia «singularidad -que independientemente del éxito o del fracaso-«, puede desencadenar una «revolución suave».
El corazón, «lugar de las decisiones», donde «surgen los sueños»
El Papa recuerda la imagen de la obra, propuesta durante la segunda edición de LaborDì, también familiar para las obras con vistas al Jubileo. Este año, sin embargo, nos invita a reflexionar sobre el corazón. Éste, presente «también en los mensajes que os intercambiáis cada día», es en la Biblia «el lugar de las decisiones», donde «nacen las aspiraciones», «nacen los sueños», «las resistencias se hacen sentir» y «la pereza».
“Tú conoces tu corazón: ¡guárdalo! A veces puede dar miedo y puedes fingir que no lo sientes, pero sigue siendo nuestro, inviolable. Siempre podemos volver allí. Y allí, si tenéis el don de la fe, sabéis que Dios os espera con infinita paciencia”.
El «respirar en el cuello» que provoca soledad y resignación
El Papa denuncia la velocidad, a menudo opresiva, que caracteriza el contexto laboral actual. «Respirando en el cuello» de muchas personas, sus «muchas peticiones, a veces demasiadas indicaciones y recomendaciones», no deben alienar a las nuevas generaciones, apagar sus sueños, dejarlas «solas y resignadas».
“El corazón sabe notarlo y, cuando es así, debemos pedir ayuda y hacer equipo con quienes nos conocen y se preocupan por nosotros. Tienes que elegir”.
El riesgo de convertirse en «engranajes de una máquina»
La entrada al mundo del trabajo se realiza, según Francisco, «juntos». De lo contrario, el riesgo es convertirse en «engranajes de una máquina», donde aquellos «que tienen poder podrían hacer cualquier cosa con nosotros». Un modelo contrario a esta alienación es el de la ACLI, donde «las intuiciones del corazón» se transforman en «vínculos sociales».
“El corazón busca amistades, piensa sin aislarse, se calienta identificándose. El corazón puede ser flexible y generoso. Sabe renunciar a algo, pero persiguiendo el ideal. Sabe fijarse objetivos, pero presta atención a cómo se consiguen”.
La imaginación humana, «que crea lo que aún no existe»
El incumplimiento de estos requisitos pone en peligro «la dignidad humana de quienes trabajan, o no pueden encontrar trabajo, o adaptarse» a un trabajo «indigno». Las tareas de las máquinas deben ir acompañadas de la inteligencia enteramente «humana» del corazón, «la razón que escucha las razones de los demás, la imaginación que crea lo que aún no es».
Los adultos no corrompen la «novedad» de los jóvenes
Finalmente, Francisco agradece a los adultos presentes, invitándolos a no doblegar a los jóvenes «a las razones de la existencia». «No corrompamos la novedad», añade, instándonos a introducirlos paso a paso «a los largos tiempos e incluso al peso de las responsabilidades», confiando «en lo que se siembra en sus corazones». Allí germina «la obra que no aliena, sino que libera».