21 « No todo el que me diga: «Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial.
24 « Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca:
25 cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, y embistieron contra aquella casa; pero ella no cayó, porque estaba cimentada sobre roca.
26 Y todo el que oiga estas palabras mías y no las ponga en práctica, será como el hombre insensato que edificó su casa sobre arena:
27 cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, irrumpieron contra aquella casa y cayó, y fue grande su ruina.» (Mt. 7, 21.24-27)
Cuando rezamos el Padre Nuestro, lo primero, manifestamos la Santidad de Dios y su Reino que, es el mismo Cristo. Nuestro Padre-Dios, es Santo, el Único Santo, pero ha querido que su criatura, el hombre, participara a boca llena de su santidad y su gloria, pero sólo nos puso una condición para llegar a esta felicidad: el cumplir su voluntad que, se va manifestando en nuestro día a día.
Pero, si meditamos bien, vemos que esto no nos es tan fácil pues se presenta a nuestros ojos el bien, pero también las solicitaciones de Satanás que nos inclinan a su voluntad maléfica, para apartarnos de Dios. Son muchos los peligros que nos acechan, por eso, en la oración del Padre-Nuestro, al final, pedimos a Dios que nos libre de Satanás yno nos deje caer en sus instigaciones pues, no olvidemos que, él, es “el príncipe de este mundo” porque Dios lo ha dejado en sus manos. ¡Pero él, no tiene la última palabra, en absoluto¡. Dios, es el Único Señor de todos los corazones, con tal de que vivamos vigilantes en la voluntad de Dios que, siempre se manifiesta claramente, si lo deseamos.
Jesús, “Dios con nosotros”, se nos ofrece como una roca inexpugnable donde nos permite construir, piedra a piedra nuestra casa: hacer nuestra morada en Jesús y no en nosotros mismos. Pues no hay nada más necio que, el construir nuestra habitación sobre algo tan frágil e inconsistente como es nuestra propia voluntad.
¡Oh mi Dios, ahuyenta de nuestra vida lo que delata lo que son nuestros cimientos de arena: al decir, “yo”, “me parece”, “yo quiero”, “me apetece”… Este, no es el lenguaje para estar seguros en Dios. El Señor, se nos ofrece, pero no nos fuerza a seguirle. Sí que nos avisa una y otra vez, si andamos en un camino equivocado, des-pistados. Y nos toma de la mano con infinita paciencia para que volvamos a la senda de sus Mandamientos y del Evangelio, porque, todo nos lo reveló para que seamos salvados y santos como Dios, todo Santo.
Con toda sabiduría que, nos da su Espíritu Santo, sabemos cuándo podemos decir: “¡Señor, Señor!”, sin engañarnos. Si nos sentimos pobres, necesitados y dependientes del que Únicamente Él es el Suficiente y, el Todo en todas las cosas y más en nuestra voluntad veleidosa y caprichosa!
¡Señor, “enséñame a cumplir tu voluntad y a guardarla de todo corazón”, mira que, para mí ser hombre del cielo es imposible, peropara Ti, es sumamente fácil! ¡Y, si nos mandas “sed santos, porque Yo soy Santo”, ¿se puede pensar que, esto no es para mí, sí precisamente te nos has entregado todo entero hasta morir en una Cruz por mi amor?¡No seamos remisos en pedir a Dios algo que está deseando concedernos! ¡Hazme santo como sólo Tú eres Santo! ¡Qué así sea!¡Amén! ¡Amen!