Que el Año Litúrgico nos lleve en un “gran viaje de fe”.

Al celebrar el primer domingo de Adviento, la escritora y teóloga Maria Cintorino nos comparte 7 ideas para vivir plenamente el tesoro espiritual que guarda el nuevo Año Litúrgico y cómo puede ayudarnos a nuestro crecimiento en la fe.

En un artículo para National Catholic Register, Cintorino señaló que vivir el calendario de la Iglesia nos lleva en un “gran viaje de fe”.

“La Iglesia Católica ofrece un tesoro espiritual en su año litúrgico, cuya celebración intencionada puede ser fuente de muchas bendiciones y crecimiento espiritual. Al vivir el calendario de la Iglesia, nos embarcamos en un ‘gran viaje de fe’, como lo describió el Papa Benedicto XVI, sumergiéndonos en la vida de Cristo.

Vivir el año litúrgico implica más que conocer y observar la temporada litúrgica actual. También incluye celebrar las fiestas de la Iglesia, guardar los días prescritos de descanso y penitencia, e incorporar devociones a nuestra vida diaria”. 

Para poder vivir este viaje de fe, Cintorino nos comparte 7 maneras sencillas de integrar cada tiempo litúrgico a nuestra vida diaria.

1. Celebra las devociones mensuales

Cada mes está dedicado a un santo o devoción específica, y nos ofrece la oportunidad de crecer en la fe al aprender más sobre ella. Para aprovechar mejor este tiempo, podemos leer un libro o incorporar oraciones diarias relacionadas con esa devoción.

Por ejemplo, octubre nos invita a rezar el Rosario diariamente (si no tenemos el hábito de hacerlo) y a aprender sobre su origen. De manera similar, noviembre puede despertar en nosotros una devoción por las almas del purgatorio al rezar las Oraciones por los Difuntos, orar en el cementerio por los fallecidos o aprender sobre santos como Santa Faustina, quien, recibió visitas de las almas del purgatorio.

2. Reflexiona sobre las devociones diarias

Así como existe una devoción para cada mes, la Iglesia nos regala una devoción para cada día de la semana. Podemos organizar nuestra rutina meditando en la devoción diaria que la Iglesia nos propone.

Por ejemplo, los lunes, dedicados a las Almas del Purgatorio, nos brindan la oportunidad de rezar por ellas y por nuestros seres queridos fallecidos. Mientras tanto, los jueves nos invitan a entrar en el misterio de la Eucaristía. Podemos comenzar el día asistiendo a Misa, haciendo una comunión espiritual o agradeciendo a Dios por darse a sí mismo en este sacramento. También podemos visitar al Santísimo Sacramento en nuestra parroquia, ya sea por 10 minutos o durante una Hora Santa.

3. Planea actividades relacionadas con el calendario litúrgico  

Con su ejemplo, los santos nos enseñan a seguir a Cristo. Entonces, ¿por qué no conmemorar sus días festivos con una actividad que refleje su espiritualidad o intereses? Comienza eligiendo uno o dos santos al mes para celebrar de manera intencionada.  

Por ejemplo, en diciembre, considera encender las luces navideñas en la fiesta de Santa Lucía, cuyo nombre significa “luz”. Permite que la fiesta de Santo Tomás de Aquino, en enero, te inspire a leer una de sus meditaciones, sermones o algún artículo de su Suma Teológica.  

Al celebrar los días festivos de los santos de manera festiva, invitamos a nuestros amigos del cielo a nuestras vidas, reflexionamos sobre su testimonio y recordamos su presencia entre nosotros.  

4. Celebra a tus santos patronos y aniversarios sacramentales

No hay mejores intercesores que nuestros santos patronos, aquellos santos cuyos nombres compartimos. Una hermosa tradición para honrarlos consiste en celebrar la fiesta del santo con el que compartimos nombre, asistiendo a la Misa, leyendo sobre su vida, rezándoles a lo largo del día, organizando una cena especial con familiares y amigos, o planeando una actividad festiva.

De manera similar, podemos recordar a nuestro santo de confirmación, otros santos a los que hemos adquirido una devoción, y los aniversarios de nuestro Bautismo y Confirmación de la misma forma. Al hacerlo, nos hacemos más conscientes del don de la fe, de la compañía de los santos, y expresamos nuestra gratitud por su presencia e intercesión en nuestras vidas.

5. Observa los domingos como día de descanso

Los domingos estamos llamados a imitar a Dios, quien creó durante seis días y descansó el séptimo. La primera manera de observar el domingo es cumplir con nuestra obligación dominical: asistir a Misa. Durante el resto del día, deberíamos realizar actividades que permitan que el domingo sea un día de descanso y evitar aquellas que impidan el ocio para nosotros y los demás, cómo hacer compras o diligencias. Esto puede requerir reorganizar cómo usamos el tiempo durante la semana, ¡pero vale la pena!  

Para diferenciar el domingo del resto de los días, pasa tiempo con la familia o amigos, prepara una cena especial o comparte un postre juntos.

6. Mantén los viernes como días de penitencia

Independientemente de si estamos en Cuaresma o no, los viernes siempre han sido observados como días de penitencia en la Iglesia. Si no tienes el hábito de renunciar a algo los viernes, comienza a hacerlo de manera intencional. Evita comer carne los viernes (tradicionalmente, esta ha sido la práctica de la Iglesia), o sacrifica algo más en su lugar, tal como enseña la Iglesia.

Si ya tienes el hábito de observar los viernes como un día de penitencia, considera incorporar otro día penitencial en tu semana, como el miércoles, que tradicionalmente era observado por la Iglesia en recuerdo de la traición de Judas.

7. Reza con las lecturas diarias de la Misa

La Iglesia nos invita a entrar diariamente en la Palabra de Dios, meditando en las Escrituras al menos 15 minutos. El Papa Benedicto XVI destacó esta necesidad:

«Es importante también reservar cada día cierto tiempo para la meditación de la Biblia, a fin de que la Palabra de Dios sea lámpara que ilumine nuestro camino cotidiano en la tierra».

La constitución sobre la Divina Revelación del Concilio Vaticano II, Dei Verbum, cita a San Ambrosio, señalando que al rezar con las Escrituras se entabla un “diálogo entre Dios y el hombre; porque ‘a Él hablamos cuando oramos, y a Él oímos cuando leemos las palabras divinas’”.

Unidos con la Iglesia universal al meditar sobre las lecturas de la Misa correspondientes al día, encontramos a Cristo y miramos su vida, permitiendo que su Palabra nos transforme y nos capacite para seguir su ejemplo.

“Al implementar estas prácticas en nuestra vida diaria, integramos la vida de la Iglesia en la nuestra. Los misterios de la vida de Cristo y los santos en el cielo se entrelazarán poco a poco con los nuestros y experimentaremos y viviremos a un nivel más profundo cada año, como reflexiona el Papa Benedicto: ‘el misterio de la fidelidad de Dios’”.

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