24 « Mas por esos días, después de aquella tribulación, el sol se oscurecerá, la luna no dará su resplandor, 

25 las estrellas irán cayendo del cielo, y las fuerzas que están en los cielos serán sacudidas. 

26 Y entonces verán al Hijo del hombre que viene entre nubes con gran poder y gloria; 

27 entonces enviará a los ángeles y reunirá de los cuatro vientos a sus elegidos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo. 

28 « De la higuera aprended esta parábola: cuando ya sus ramas están tiernas y brotan las hojas, sabéis que el verano está cerca. 

29 Así también vosotros, cuando veáis que sucede esto, sabed que Él está cerca, a las puertas. 

30 Yo os aseguro que no pasará esta generación hasta que todo esto suceda. 

31 El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. 

32 Mas de aquel día y hora, nadie sabe nada, ni los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre. (Mc. 13, 24-32)

En este Evangelio, nos habla Jesús del fin de los tiempos. Y no es una palabra para atemorizar a nadie y menos para las elucubraciones de los escépticos o increyentes. Tampoco es motivo para que los fieles analicen los signos de los tiempos y se aventuren a determinar el día y la hora de esta Última Venida de Dios a nuestro mundo.

Lo que quiere Jesús, cuándo habla a sus fieles, es despertar la vigilancia porque Él vendrá. Lo ha dicho y su Palabra es verdad y no puede quedar desgastada por el tiempo o el menosprecio de los que no creen y juzgan todo este lenguaje imposible. Porque “Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre”. Él “aparecerá sobre las nubes del cielo, con gran poder y gloria, y lo acompañarán todos sus ángeles que, a sus órdenes, reunirán a todos los hombres ante ÉI y pondrá las ovejas a su derecha y lascabras a su izquierda”. Él, que conoce todos los corazones, no dejará fuera de su mirada a todos y cada uno de los hombres.

¿Que esto nos atemoriza? Pues: “ya es tiempo de despertar del sueño,pues nuestra Salvación está ahora más cerca que cuando empezamos a creer, pues la noche esta avanzada y ya se acerca el día; por eso, dejemos a un lado las obras de las tinieblas y pongámonos la armadura de la luz” (Rom. 13,11-12). Este es un programa de vida para el que sigue a la Palabra, ya que es Luz en el sendero de la vida.

Y, también Jesús, nos asegura que “antes de estos acontecimientos,habrá gran angustia entre todas las gentes». Sólo nos cubrirá el gozo y la paz en aquel Día, cuando miremos de frente al Crucificado, Aquél a quien oramos, suplicamos, alabamos y adoramos durante toda nuestra vida. Él es la puerta para entrar en la gloria, pues el Padre sólo reconocerá como hijos, a aquellos que se han bañado y bebido en la Sangre del Cordero, su Hijo.

A todos invita, en esta corta vida, al banquete de su Eucaristía: “¡venidtodos, comed sin pagar el precio de vuestra Redención, porque me hice Hombre por amor a ti; y, trabajé y crecí y te prediqué la Buena Nueva del Reino y por fin ¡me entregué en la Cruz a una muerte ignominiosa!”.¡Y todo porque te amo y quiero que vivas eternamente conmigo!

¡Oh Señor, mira que mi alma madruga en el deseo de Ti y en la fe en tu Palabra que es mi Vida! ¡Cúbreme con tu Sangre Preciosa y cámbiame en otro hombre, porque en verdad te amo y sé que no puedo competir con un gigante, pero sí puedo darte todo lo que soy y tengo!¡Escúchame, dame tu paz y tú consuelo para el gran Día! ¡Qué así sea,mi Señor! ¡Amén! ¡Amén!

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