1 Convocando a los Doce, les dio autoridad y poder sobre todos los demonios, y para curar enfermedades; 

2 y los envió a proclamar el Reino de Dios y a curar. 

3 Y les dijo: «No toméis nada para el camino, ni bastón, ni alforja, ni pan, ni plata; ni tengáis dos túnicas cada uno. 

4 Cuando entréis en una casa, quedaos en ella hasta que os marchéis de allí. 

5 En cuanto a los que no os reciban, saliendo de aquella ciudad, sacudid el polvo de vuestros pies en testimonio contra ellos.»

6 Saliendo, pues, recorrían los pueblos, anunciando la Buena Nueva y curando por todas partes. (Lc. 9, 1-9)

Jesús nos ha dado poder y autoridad, a todo bautizado, para curar y aliviar toda dolencia y para enfrentarnos con toda clase de demonios. Uno, desde su pobreza, puede pensar: “yo quisiera que la enfermedad me obedeciera al conjurarla para que salga del enfermo, pero no me obedece”. Y es normal, porque quizás apelamos a nuestros poderes y éstos son nulos. El poder es de Cristo que nos lo da para que en su Nombre hagamos maravillas que la naturaleza humana, sin la gracia, no puede dar. ¡Es su autoridad, es su poder, lo que transmitimos con caridad a nuestros hermanos!

Es una experiencia muy bonita ver nuestra impotencia y debilidad para hacer el bien o, simplemente para perseverar en nuestra vocación. Y, la maravilla se produce cuando comprobamos que algo dentro de nosotros se mueve en la dirección de: “yo puedo”, “yo sé”, o “yo hablo de las cosas de Cristo y de su gracia y noto que no soy yo, que es Cristo quien habla y se mueve en mí”.

Jesús toma posesión de nuestra alma, si le dejamos, si apartamos toda resistencia interior. De modo que el vivir y agradecer a Dios, el:“pobretones que enriquecen a muchos”, lo hacemos como lema de nuestra predicación y de nuestra oración. Creo que esto es lo que dice Jesús a sus apóstoles: “no llevéis nada, sin bastón o alforja, sin pan, ni dinero”. Así mismo, nos narra la Palabra que lo experimentaron Pedro y Juan: “no tengo plata ni oro, lo que tengo, eso te doy: “en Nombre de Jesús Nazareno, toma tu camilla y echa a andar”. Y, al punto, el poder de Dios curo al enfermo.

¡Jesús, necesitamos sentir tu fuerza y cuanto mayor sea nuestra pobreza,más! ¡No dejes estériles nuestros vacíos y desesperanzas, porque Tú eres el Señor de la vida y de la historia y Tú nos regalas cada mañana tu Espíritu Santo para que respiremos y nos movamos en Él! ¡Danos la paciencia perseverante para recibir tu gracia que desea invadirnos y hacernos hombres nuevos!

¡Necesitamos que nuestra fe se vaya ungiendo, poco a poco, para dar razón de la misma a quien nos la pida! ¡Y, no sólo ellos, sino que, a tiempo y a destiempo, en afrenta y en acogida, en todo momentoapoyados en la Roca firme que es tu Palabra! Pero Jesús quiere que su Palabra sea antes orada con un corazón que busca amarla como lo único necesario y que es generadora de vida eterna. ¡Oh, cuándo amaremos tu Palabra más que a nosotros mismos! ¡Confiamos, Señor, que Tú despiertes en nosotros tu gracia para que se abra tu Palabra en todas las maravillas que encierra! 

¡Tu Palabra es luz en mi sendero y esto, aunque de momento no lo perciba! ¡Tu Palabra es amor que baña nuestro corazón con tu Espíritu Santo para amar y entregarme a lo que parece menos lo merece! ¡Tu Palabra es Bondad en todo nuestro pensar y obrar para ser como Tú: el Bueno y Bondadoso! ¡Ilumina mi oración, Señor, y entra en mí pues te espero y te amo! ¡Qué así sea! ¡Amén!

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