17 Es que Herodes era el que había enviado a prender a Juan y le había encadenado en la cárcel por causa de Herodías, la mujer de su hermano Filipo, con quien Herodes se había casado. 

18 Porque Juan decía a Herodes: «No te está permitido tener la mujer de tu hermano.»

19 Herodías le aborrecía y quería matarle, pero no podía, 

20 pues Herodes temía a Juan, sabiendo que era hombre justo y santo, y le protegía; y al oírle, quedaba muy perplejo, y le escuchaba con gusto. 

21 Y llegó el día oportuno, cuando Herodes, en su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a los tribunos y a los principales de Galilea. 

22 Entró la hija de la misma Herodías, danzó, y gustó mucho a Herodes y a los comensales. El rey, entonces, dijo a la muchacha: «Pídeme lo que quieras y te lo daré.»

23 Y le juró: «Te daré lo que me pidas, hasta la mitad de mi reino.»

24 Salió la muchacha y preguntó a su madre: «¿Qué voy a pedir?» Y ella le dijo: «La cabeza de Juan el Bautista. »

25 Entrando al punto apresuradamente adonde estaba el rey, le pidió: «Quiero que ahora mismo me des, en una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista.»

26 El rey se llenó de tristeza, pero no quiso desairarla a causa del juramento y de los comensales. 

27 Y al instante mandó el rey a uno de su guardia, con orden de traerle la cabeza de Juan. Se fue y le decapitó en la cárcel 

28 y trajo su cabeza en una bandeja, y se la dio a la muchacha, y la muchacha se la dio a su madre. 

29 Al enterarse sus discípulos, vinieron a recoger el cadáver y le dieron sepultura. (Mc. 6, 17- 29) 

Un misterio rodea la figura de Juan el Bautista. Jesús, lo declaró “el mayor nacido de mujer”. Y, en verdad lo fue, pero no con la grandeza que aprecian y desean los hombres sino con la grandeza de Dios. Y, la grandeza para Dios está en la humildad; en vivir de y con la verdad; el confesar a Cristo, porque es el Hijo de Dios…

Juan Bautista, fue seguido, fue admirado por las muchedumbres y quisieron elevarlo como el Mesías esperado. Y, supo abajarse donde precisamente estaba su santidad: “yo no soy el que esperáis, hay otro que viene detrás de mí, Ése, es a quien debéis seguir y escuchar”. Y, después de haber manifestado a Jesús como el Mesías esperado claramente y sin ambigüedades, comenzó su descenso ante los hombres y ante sí mismo. Comprendió que, su gloria le venía del cielo para una misión y ahora que ésta había concluido, entró en el camino de la humildad y el de menguar.

Dios, aquí, no lo lanzaba a más, sino que, sólo lo sostenía para llegar hasta el final en su plan divino. Fue admirado por Herodes, pero también perseguido por él, por instigación de Satanás.  Fue odiado y aborrecido por la pérfida Herodías que, quería matarlo. Y, es que, la verdad en el mundo, siempre está haciendo violencia a los poderes demoníacos y oscuros. Y, Juan, al igual que Cristo, a quien precedía, no se defendió,guardó silencio y se dejó hacer pues, aquí estaba también la voluntad de Dios y sus misteriosas permisiones.

¡Señor Jesús, confesarte en tiempo de bonanza es fácil y hasta se nos puede pegar algo de tu gloria! Pero,manifestar que Tú eres el Hijo de Dios; que, seguimos a un crucificado; que, preferimos sufrir el mal antes que hacerlo, ¡ah, eso ya es otra cosa, son “palabras y obras mayores” que, sólo pueden ser sostenidas en nosotros por una gracia inmensa! ¡La misma que, sostuvo y sostendrá a tantos santos, a tus mártires y al gran Mártir de la Verdad y el Amor: Jesús, ¡el Verbo de Dios!

La vida de Juan Bautista, acabó oscuramente en lo humano: una mazmorra fue el preludio de una muerte sangrante y violenta. Y, al final, como el de todos los hombres: “sus discípulos fueron a recoger el cadáver y lo enterraron”. Sobre él, desde el cielo, pesaba una bienaventuranza: “dichosos los que sufren persecución por la justicia, por la verdad, porque de ellos es el Reino de los Cielos”. Él, es un santo a imitar en su grandiosa humildad y en su dejarse hacer por los planes salvadores de Dios.

¿Y sus asesinos? Pues, pesaba en sus vidas un horrendo crimen y maldad. Sólo Dios puede desentrañar la vida de seres tan aborrecibles y hacer con ellos como quiere la verdad y la justicia y, también el amor… Anosotros sólo nos corresponde el mirar el bien y la santidad de un coloso de la misma.

¡Oremos: “danos Señor, algo de su espíritu y mejor, danos tu Espíritu Santo que, nunca se equivoca en su donación y, también en su justicia!” ¡Qué así sea! ¡Amén! ¡Amén!

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