Un vídeo-reportaje de las monjas agustinas del monasterio Santi Quattro Coronati de Roma y el libro «Ritratto di Agostino in trenta pennellate» (Retrato de Agustín en treinta pinceladas) del padre agustino descalzo Gabriele Ferlisi ayudan a conocer la vida humana y espiritual del obispo de Hipona, a quien el calendario litúrgico conmemora el 28 de agosto. Dos herramientas que con un lenguaje sencillo e inmediato facilitan el acercamiento a la figura del gran padre de la Iglesia
Tiziana Campisi – Ciudad del Vaticano
Para quienes aún no conocen del todo a san Agustín y temen enfrentarse a lecturas atrevidas o perderse entre volúmenes polvorientos o tropezar con páginas anacrónicas, dos novedades vienen al rescate. Obispo de Hipona, padre de la Iglesia, Doctor de la Gracia, de quien la Iglesia conmemora hoy, 28 de agosto, filósofo, teólogo y autor de varios escritos -él mismo, en sus Retractaciones, contó 93 obras, entre ellas el best seller Las Confesiones, pero a las que hay que añadir al menos 500 sermones y unas 300 cartas- lo presentan sencillamente como un hombre en busca del sentido de la vida, un ameno vídeo-reportaje de las monjas agustinas del monasterio Santi Quattro Coronati de Roma y un agradable libro recién publicado del padre agustino descalzo Gabriele Ferlisi.
San Agustín narrado a varias voces
Las monjas de clausura que viven «con un solo corazón y una sola alma» inclinados hacia Dios, a dos pasos del Coliseo, han decidido describir a San Agustín con sus propias voces, en su canal de YouTube, contando cómo era realmente este hombre que vivió entre los siglos IV y V. ¿Un erudito todo estudios y oraciones? En absoluto, era un «muchacho encantador, imaginativo, expansivo, brillante», al que le encantaba estudiar, sediento de conocimiento y de verdad, pero al que «el tema de la fe no parecía interesarle demasiado». Un joven que cultivaba amistades, se metía en líos, se divertía, que conoció el amor apasionado, se enamoró de una mujer, pronto fue padre, pero «siguió estudiando sin descanso, impulsado por la necesidad de comprender lo que hay en el hombre y lo que mueve el mundo».
¿Adónde le lleva este impulso? A un largo viaje interior, al descubrimiento de sí mismo y de Dios en su vida, a un amargo conflicto entre «dos voluntades, una vieja, la otra nueva; una carnal, la otra espiritual, luchando entre sí», leemos en las Confesiones, «y en la lucha laceraban» su espíritu. Una batalla que termina cuando el corazón de Agustín, herido por los dardos del amor de Dios, se abre totalmente a este amor, que él describe como el amplexo del hombre interior, «donde brilla en mi alma una luz que ningún flujo de siglos puede quitar, donde se extiende un perfume que ninguna ráfaga de viento puede dispersar, donde se degusta un sabor que ninguna voracidad puede disminuir, donde se teje una relación que ninguna saciedad puede romper».
Un retrato en treinta pinceladas
Quienes deseen profundizar en la historia personal del obispo de Hipona pueden acudir al «Retrato de Agustín en treinta pinceladas» que el padre Ferlisi ha confiado a Ancora Editrice. Actuando como un «pintor», el religioso propone 30 capítulos breves y fáciles de leer, como si fueran pinceladas, donde está realmente todo san Agustín, condensado en poco más de doscientas páginas, que fluyen con rapidez, porque son amenas y cautivadoras. Páginas en las que Agustín emerge «humano, cercano a cada persona para susurrarle al corazón la palabra justa que alienta, consuela, aconseja, amonesta», explica el agustino descalzo que precisa que las suyas son pinceladas virtuales, «es decir, tales que sólo se ven con los ojos del corazón». Y son capítulos que también se pueden leer sin seguir el orden numérico, especifica el padre Gabriele Ferlisi a los medios vaticanos, a elegir por los temas en los que profundizan o por la curiosidad que despiertan o por el interés personal que suscitan. Y así uno puede encontrarse con «Agustín, estudioso de la interioridad», «Agustín, movido por el amor», «Agustín, hombre de oración», «Agustín, atento lector de los acontecimientos humanos», «Agustín, fascinado por Cristo», «Agustín, amante de la amistad», «Agustín, hombre polifacético».
¿Cómo surgió la idea de crear este retrato de san Agustín?
Tiene raíces lejanas. Desde que empecé a estudiar a san Agustín, y luego, con el paso de los años, observando el modo en que tantos estudiosos, profesores autorizados, hablaban de san Agustín, me di cuenta del fuerte choque entre lo que muchos autores decían y decían y lo que yo leía directamente de las obras del propio obispo de Hipona.Agustín es un gran prisma, pero la tentación de identificarlo simplemente como filósofo, de hablar de él sólo bajo un determinado perfil -San Agustín y la predestinación, San Agustín doctor de la gracia, San Agustín joven libertino- conduce a visiones reductoras de su grandeza. Para mi tesis en la Gregoriana sobre el significado de la memoria en san Agustín, mi aproximación a Agustín fue académica, porque así es como debe hacerse la tesis. Pero, al leerlo, un acercamiento más humano, más pastoral, me acercó a él, haciéndome sentirlo como un padre, un hermano, un amigo que te aconseja sobre ciertos problemas, que tú vives y has vivido también. Este enfoque diferente me dio la idea de hacer un retrato de Agustín tal y como yo lo veo.
¿Cuáles son los rasgos de Agustín que todavía puede discernir en el hombre de hoy?
Era arrogante cuando estudiaba, era consciente de su inteligencia, siempre intentaba superarse. En el hombre de hoy, estos rasgos podrían identificarse en la dificultad de buscar bien la verdad, de encontrar el camino correcto hacia la verdad, hacia la interioridad, de comprender que el hombre no puede prescindir de Dios. La antropología de Agustín es teológica: déjame conocerte, déjame conocerme, decía Agustín. Este descubrimiento del camino correcto hacia la verdad, este viaje hacia el interior de uno mismo hoy, quizás, el hombre moderno no tiene la llave adecuada para realizarlo. Porque hoy todo es ideológico, todo es virtual, todo está manipulado. Al fin y al cabo, los problemas son siempre los mismos: el deseo, la pasión, de la búsqueda de la verdad. Sin embargo, hoy, tantos factores externos desorientan, alejan de la verdadera interioridad donde se encuentra Dios. Deus interior intimo meo et superior summo meo, decía Agustín, Dios es más interior que mi parte más íntima y más superior que mi parte más alta. Los problemas de Agustín son los de hoy y los problemas de hoy son los de Agustín, pero el planteamiento de los problemas ha cambiado totalmente.
Treinta pinceladas llama usted a los treinta capítulos de su libro que trazan un perfil completo del obispo de Hipona y que también pueden leerse individualmente.
Sí, se puede empezar desde el principio hasta el final o desde el final hasta el principio. Sin embargo, en estas 200 páginas intento que Agustín hable por encima de todo. He hecho casi 700 citas. He hablado de Agustín haciendo hablar a Agustín.
¿Qué rasgos de Agustín le apasionan más?
Su humanidad, su dimensión religiosa como monje, su seguridad y certeza de que Dios guía la historia y Él lleva las riendas. La Historia está en manos de Dios. Las guerras, la bomba atómica, la inteligencia artificial, son problemas graves que hay que abordar con responsabilidad. Pero la historia no se deja sólo en manos de los hombres, la historia se escribe a cuatro manos: las manos de Dios y nuestras manos. Para mí, esta verdad es tan fuerte y cierta que en mi interior siempre tengo una gran paz sobre el mañana, sobre la historia, sobre el hoy y el mañana de la Iglesia. Dios está en la historia, incluso cuando las fuerzas adversas llegan a las catástrofes, a las matanzas. Pero Dios también recicla el mal en bien. En las Confesiones, Agustín escribe: «La vanidad me extravió, todos los vientos me llevaban de aquí para allá. Pero tú, Señor, en las sombras, me guiabas». Dios no hace alboroto, ni ruido, sino que nos guía en silencio, con firmeza y sobriedad.
¿Nos revela algo que no conozca la mayoría de san Agustín?
Por ejemplo, la dimensión monástica. Nadie habla del monacato de san Agustín, es un místico, uno de los mayores místicos de la historia.
¿Cómo podemos acercarnos a san Agustín hoy?
Leyéndole sin prejuicios, sin atarle a sus propios problemas para hacer decir a Agustín lo que no dice. Los problemas que resolvió son sus problemas. Debemos inspirarnos en él, no arrastrar a Agustín a la diatriba de los problemas de hoy; no tiene sentido. Quien lee a san Agustín debe hacerlo sin prejuicios. Por eso hay que leer las Confesiones como él las escribió, teniendo en cuenta que no se limita a contar episodios de su vida, sino que lee su historia con los ojos de la fe, con un examen psicológico. Y luego, en este acercamiento objetivo y sereno a estos escritos, nos invito a discernir su relación con Cristo y con la Iglesia. Esta relación personal con Jesús humilde hace grande a Agustín, y también su relación personal con la Iglesia, a la que tanto amó, a la que defendió. Aquí, quien lee a Agustín, sin prejuicios, abierto a acoger toda su riqueza poliédrica, se va apasionando, porque nota que resuelve dudas, problemas que aún hoy nos planteamos. También él se los ha planteado y ha sabido resolverlos con calma y a tiempo. En definitiva, Agustín te lleva de la mano y te acompaña.
¿Qué le diría Agustín al hombre contemporáneo?
No es desalojar a Dios de tu vida, no es ocupar el primer lugar de Dios. Saber que tu vida tiene valor en referencia a Él. Escribe la vida con Él, porque la vida es una historia de amor escrita juntos. La vida no es un problema o una suma de problemas que hay que resolver, sino un misterio que hay que vivir con amor. Y es una historia de amor que escribimos juntos: Dios con nosotros, nosotros con Dios.