Al fundar la Congregación de las Adoratrices de la Preciosa Sangre, dedicada a la educación de la juventud, María de Matías hizo frente a una de las mayores necesidades de su época. En efecto, como lo dijo Pío XI, aquel momento histórico «necesitaba una reforma general y los medios principales para lograrlo, eran el mejoramiento de la instrucción y la purificación de las costumbres».
María nació en 1805. Era la mayor de los cuatro hijos del abogado Juan de Matías y de su esposa, Octavia de Angelis. La familia vivía en Vallecorsa, entre Lazio y Campania. Cuando María acababa de cumplir diecisiete años, san Gaspar del Búfalo predicó una misión en la parroquia del lugar. La joven se sintió entonces llamada a trabajar por el prójimo. Poco después, conoció a Juan Merlini, discípulo de san Gaspar y sucesor suyo en el gobierno de la Congregación de los Misioneros de la Preciosa Sangre. Merlini fue desde entonces y hasta la muerte de María su director y consejero espiritual.
En 1834, a petición de su obispo, Mons. Lais, quien era también administrador de Anagni, María tomó a su cargo la dirección de una escuela en Acuto, ciudad de aquella región. Estaba decidida a fundar una congregación. Al año siguiente, se le reunió la primera compañera, Ana Farrotti. Ambas jóvenes determinaron que la nueva congregación se inspiraría en el espíritu de los misioneros de san Gaspar del Búfalo. Para entonces, María había extendido ya sus actividades a las jóvenes y a las mujeres casadas. Pronto pidieron la admisión otras seis aspirantes a la vida religiosa. Como santa Lucía Filippini, María poseía el don de la persuasión y lo empleó con gran éxito en la enseñanza del catecismo, de la historia sagrada y en la organización de diversas asociaciones femeninas. En 1837, empezó a predicar «retiros espirituales» a las mujeres casadas y la obra se hizo muy popular. Naturalmente no faltaron quienes arguyesen que las mujeres debían guardar silencio en la iglesia (ICor 14,34); pero Mons. Muccioli apoyó a María, tras haber investigado el asunto. Cuando las mujeres empezaron a concurrir a las celebraciones del mes de mayo en la escuela, el pároco se opuso, pero el deán dio la razón a María, con gran regocijo de las mujeres. Los testimonios en el proceso de beatificación prueban que la elocuencia de María era de buena ley, ya que amaba el recogimiento y el silencio y «no era parlanchina».
En 1840, la santa tomó a su cargo otra escuela en su pueblo natal de Vallecorsa, con la ayuda de los Misioneros de la Preciosa Sangre. A ésta siguieron otras fundaciones, en todas las cuales la actividad de las religiosas se extendía a las jóvenes y a las mujeres casadas. Entre 1847 y 1851, se fundaron dos nuevas casas en la Ciudad Eterna, bajo el patrocinio de la princesa Zena Volkonska; ahí se hicieron muy amigos de la santa dos prelados ingleses: Mons. Jorge Talbot y Mons. Eduardo Howard, quien fue más tarde cardenal. Se cuenta que María reprendió cierta vez a una religiosa inglesa que presumía incesantemente de las buenas maneras de la sociedad de Inglaterra, «El Calvario es nuestra escuela de buenas maneras». Naturalmente, la rápida expansión de la Congregación de las Adoratrices de la Preciosa Sangre no se efectuó sin dificultades y decepciones, que constituyeron rudas pruebas para la fundadora. Sus fuerzas y su salud empezaron a debilitarse por fin y la madre María de Matías murió en Roma, el 20 de agosto de 1866, a los sesenta y un años de edad. Su beatificación se llevó a cabo en 1950. Para entonces, su congregación contaba ya con más de 400 instituciones, entre las que se contaban escuelas de todas clases, así en Europa como en América. Fue canonizada por SS Juan Pablo II el 18 de mayo de 2003.
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