Hola, buenos días, hoy Joane nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
¡BUENOS DÍAS!
Hay una hermana que tiene una bonita costumbre y es… ¡Dar los buenos días! Por la mañana, lo primero que hace es dar los buenos días al Señor desde una tribuna que da a la iglesia y hay un saludo que deja para más tarde: el de la Virgen.
Hay una capilla en la huerta que cuida ella y en cuanto termina las primeras obligaciones de la mañana, se despide diciendo: “voy a dar los buenos días a la Virgen”. Lo hace cada día.
Yo soy un poco desastre en lo que a establecer rutinas se refiere, pero me encanta verla y ayer en la oración, profundizaba en el significado de sus gestos y lejos de ver en ellos rutina, terminé deseando seguir su ejemplo.
Lo familiar, lo sencillo es lo que nos hace conectar con los que amamos: un abrazo, un beso, una sonrisa… a veces queremos alcanzar al Señor de maneras muy complicadas y tan solo se trata de abrir el corazón poniendo la mirada en Él.
Un “¡buenos días!”, es un saludo familiar, cariñoso que te hace caer en la cuenta de que la otra persona está ahí para ti y que juntos empezáis un día nuevo. ¿Qué mejor que recordar cada mañana que no estás solo en lo que tienes que vivir? Un saludo sencillo que baja el Cielo a la tierra y pone tu mirada en el Señor, en María, dejándoles entrar y formar parte de lo que vas a vivir. Dejar que el corazón esté acompañado.
La clave está en lo que hay detrás de cada gesto. No se trata de cumplir con una rutina, sino de dejar latir el corazón, una relación viva y personal con el Señor. Cada “buenos días” es una oportunidad para abrir nuestro corazón.
Hoy el reto del amor es que des los “buenos días” al Señor. Busca un momento en el que puedas darLe los buenos con sencillez. Que este pequeño gesto te ayude a vivir cada día sabiéndote acompañado, poner la mirada en Él, hace todo diferente: mi día en Cristo.
VIVE DE CRISTO