7 Y llama a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus inmundos.

8 Les ordenó que nada tomasen para el camino, fuera de un bastón: ni pan, ni alforja, ni calderilla en la faja;

9 sino: «Calzados con sandalias y no vistáis dos túnicas.»

10 Y les dijo: «Cuando entréis en una casa, quedaos en ella hasta marchar de allí.

11 Si algún lugar no os recibe y no os escuchan, marchaos de allí sacudiendo el polvo de la planta de vuestros pies, en testimonio contra ellos.»

12 Y, yéndose de allí, predicaron que se convirtieran;

13 expulsaban a muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban. (Mc. 6, 7-13)

Después que Jesús ha instruido a sus discípulos y les he enseñado todo lo que el Padre le ha dado, los llena de dones especiales para que puedan evangelizar a todas las gentes. Los envía de dos en dos, porque “el hombre no es bueno que esté solo”, a la hora de misionar. Ambos a dos se pueden ayudar, corregir, enseñar.

Y el primer don es el “tener autoridad sobre los espíritus inmundos”. Éstos se mueven en el mundo engañando a los hombres con falsas felicidades. Y una vez que los ha embaucado, toma posesión de sus almas y habita en ellos con toda clase de males.

Muchos, incrédulos de la Palabra de Dios acerca del conocimiento de los demonios, piensan que, eso de “la posesión diabólica”, son cuentos de viejas para asustar a los niños y a los tontos. Pero se engañan, porque Jesús nos ha avisado en verdad sobre estos espíritus impuros y su acción desastrosa en la vida de los hombres. Para algo es “el Príncipe de este mundo” y en él se enseñorea, mientras Dios se lo permite. Y es que, sus elegidos tienen que ser probados con todas las fuerzas del mal y vencerles en el Nombre de Jesús y con su omnímodo poder. Jesús también fue tentado por el Diablo y en esto nos da ejemplo y confianza:“tened valor: Yo he vencido al mundo”

La confianza ilimitada en Dios nos ha de fortalecer y hacer invencibles contra todos estos enemigos de los santos de Dios. Una vez que estamos inmunes ante los demonios, podemos, con el escudo invencible de la fe y su gracia, arrebatar el alma de los que han sido presas de Satanás. Porque el Nombre de Jesús es el mayor antídoto ante ellos.

Y después que estamos purificados del mal, podemos con Jesús hacer obra de filigrana en la vida de nuestros hermanos y en la nuestra propia. El Espíritu Santo está deseando ponerse a nuestro lado y ¡qué diré,dentro de nosotros para que Él nos haga hombres nuevos y santos, con un oído muy sensible a toda inspiración que nos susurre suavemente! Sólo su voz amorosa será la que nos mueva cada día hasta ver a Dios en el cielo y ya sin la zozobra de nuestra debilidad, ¡qué es notoria, pero, envuelta por Dios con su gracia!

Dice la Palabra de Dios que “también ungían a los enfermos de cualquier mal con aceite y quedaban curados”. El aceite suaviza, lubrica, quita asperezas. Y si “el aceite” es bendecido por Dios, entonces, con sus propiedades divinas, es capaz de curar todas las dolencias del cuerpo y del alma. Por esto, la Iglesia, ha recogido “esta unción” para los hermanos que están a punto de dejar este mundo y el paso a la eternidad. Así, se hace suavemente este tránsito, y, la gracia sobre el moribundo, que camina este último tramo de su vida rodeado de la unción del Espíritu Santo, es consoladora. Él arrastra fuera del hombre todo pecado que le hace enfermar en su espíritu. Y ya, como hijo de Dios, recibe su mano que lo arrastra, pero como volando,hacia el cielo. ¿Cómo no iba a curar este aceite los desperfectos de nuestro cuerpo doliente?

¡Qué gran consuelo nos dan estas promesas de su mano delicada que, su “aceite del Espíritu Santo”, nos regala! ¡Seamos hijos agradecidos porque, nuestro Dios, además de ser infinitamente bueno, ¡nos cubre con tantos dones para nuestra conversión y salvación!

¡Señor, úngeme con tu aceite Santo! ¡Te necesito, ven a mí! ¡Qué así sea! ¡Amén! ¡Amén!

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