1 Subiendo a la barca, pasó a la otra orilla y vino a su ciudad.

2 En esto le trajeron un paralítico postrado en una camilla. Viendo Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: «¡Animo!, hijo, tus pecados te son perdonados.»

3 Pero he aquí que algunos escribas dijeron para sí: «Este está blasfemando.»

4 Jesús, conociendo sus pensamientos, dijo: «¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir: «Tus pecados te son perdonados», o decir:

5 «Levántate y anda»?

6 Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados – dice entonces al paralítico -: «Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa».»

7 El se levantó y se fue a su casa.

8 Y al ver esto, la gente temió y glorificó a Dios, que había dado tal poder a los hombres. (Mt. 9, 1-8)

Cuando a Jesús le presentan un enfermo, Él ve al hombre entero: cuerpo, alma y espíritu. Nosotros sólo vemos un cuerpo a sanar, pero Dios es más que nosotros y nos ve todo el ser entero. Dice en la carta a los hebreos que, ”la Palabra de Dios es viva y eficaz y tajante más que una espada de dos filos y penetra hasta la división del alma y del espíritu” … “discierne los pensamientos e intenciones del corazón” (Hb. 4,12). Él velo primero el estado del alma: si hace el bien o por el contrario se inclina al mal o simplemente a sus pasiones no ordenadas. Entonces, desea con todo su amor provocarnos a la conversión y perdonarnos todos nuestros pecados.

Pero, toda esta dinámica espiritual, está velada a esos escribas que observan todo con ojos carnales y ajenos al Espíritu. Ellos, dice que se escandalizaron y tacharon a Jesús de blasfemo, porque siendo hombre, se arrogaba el poder de perdonar los pecados. Y, según su Ley, eso sólo lo puede hacer Dios. No suspendieron su juicio para lo que estaba más allá de sus razonamientos: “¿Y, si éste es el Mesías que estamos esperando y trae consigo todos los poderes de Dios?, Pues ¿no hace milagros que nadie puede hacer si Dios no está con Él? Esta imprudencia en los pensamientos, los lleva por fin a hacer un juicio condenatorio sobre Jesús.

Y, “el Señor, rico en misericordia”, les quiere salvar de su ceguera y les demuestra que Dios está con Él: así como cura a un paralítico, con el mismo poder, perdona los pecados de este hombre. El primer milagro de echar a andar al enfermo es notorio y visible y no se puede negar, a no ser un necio o mentir ante Dios. Pero,el segundo milagro, es invisible y sólo lo puede ver quien da crédito a las Palabras de Jesús. Aunque, si se apoyan en el primer signo de sanar un cuerpo, no pueden menos que admitir que Jesús está junto a Dios, sanando el alma de este hombre pecador.

La experiencia nos demuestra que el pecado se nos pega, aunque no queramos. Y, si no creemos a la experiencia, creamos a la Palabra de Dios que nos dice: “todos pecaron y todos están privados de la gloria de Dios”. Y, “si alguno dice que no tiene pecado miente y está lejos de la verdad y le hace a Dios mentiroso”, porque, “Cristo murió por todos nosotros, para liberarnos del pecado y de la muerte”.

¡Señor, necesitamos que nos rescates de nuestros pecados! ¡Tú poder, lo hace cada día y en cada momento,si nos dejamos curar por tu Espíritu Santo! ¡Necesitamos que plantes en nosotros un corazón nuevo que purifique toda nuestra vida! ¡Renuévame por dentro con un espíritu firme, que guste de las cosas del cielo y no las de la tierra, porque, éstas, aunque son buenas en sí mismas, no siempre nuestro corazón las usa con buen discernimiento y se nos pegan a nuestra razón, para no vernos como Dios nos ve: llenos de gracia y Espíritu Santo que se deleita en Dios y desea lo primero, ¡los bienes de allá arriba!

¡Allí, en el cielo, está Jesús atrayéndonos a su Corazón, porque desea que gocemos de su gloria! ¡Oremos y pidamos al Espíritu Santo que nos cure de tantas heridas que nos deja la vida y nos limpie de toda falta!¡Qué sólo deseemos agradar a Dios y amarle sobre todas las cosas! ¡Hazlo, Señor! ¡Amén! ¡Amén!

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