Cada 28 de junio, la Iglesia Católica celebra a San Ireneo, Padre de la Iglesia, obispo de la ciudad francesa de Lyon y una de las figuras más importantes de los primeros siglos de la cristiandad. Ireneo fue un autor prolífico y sus obras contribuyeron a forjar los cimientos de la teología, en gran medida como parte del esfuerzo por confrontar y corregir los errores del gnosticismo del siglo II, así como de otras doctrinas que tergiversaban el mensaje de Cristo.

Ireneo fue discípulo de San Policarpo, quien a su vez fue discípulo del Apóstol San Juan.

Su escrito principal lleva el nombre de Contra las herejías, texto que compila en cinco volúmenes las refutaciones a las principales tesis gnósticas.

Gnosis y el gnosticismo del siglo II
El gnosticismo es una herejía muy antigua que plantea, en líneas generales, que la salvación del alma se obtiene a través de cierto “conocimiento”, proveniente de la mezcla de diversas doctrinas, tradiciones y creencias religiosas -en las que están incluidas verdades del cristianismo- acerca de los misterios del universo y de la naturaleza humana. Sobre la base de esta amalgama, el gnosticismo alienta a alcanzar la perfección, pero sobre la base de posturas que son, en el fondo, claramente incompatibles o contradictorias. Los gnósticos pretendieron “articular” indebidamente un camino de perfección sin el Dios verdadero, sin auténtica conversión de la mente y el corazón, y, además, en medio de su error, relegaban a todos aquellos que considerados “no iniciados”; de manera muy semejante a como los movimientos de la Nueva Era (New Age) han venido operando en las últimas décadas.

El Papa Benedicto XVI, en su catequesis sobre San Ireneo del 28 de marzo de 2007, recordaba las particularidades del gnosticismo que conoció este santo: “La Iglesia del siglo II estaba amenazada por la gnosis, una doctrina que afirmaba que la fe enseñada por la Iglesia no era más que un simbolismo para los sencillos, que no pueden comprender cosas difíciles; por el contrario, los iniciados, los intelectuales —se llamaban «gnósticos»— comprenderían lo que se ocultaba detrás de esos símbolos y así formarían un cristianismo de élite, intelectualista”. Ireneo denunció ese “cristianismo dualista” contaminado por la división -”iniciados” versus “legos”- y peligroso para la unidad de la Iglesia en torno a la verdad que le había sido confiada.

Heredero de los Apóstoles
San Ireneo nació en Asia Menor en la primera mitad del siglo II. Se desconoce la fecha exacta de su nacimiento, pero se conviene en que fue alrededor del año 125. Recibió una educación esmerada y alcanzó un gran conocimiento de las Sagradas Escrituras y el saber de su tiempo, centrado en la búsqueda filosófica. San Policarpo, obispo de Esmirna, fue su maestro y formador.

Conocemos su vida y obra gracias a las notas biográficas transmitidas por Eusebio de Cesarea en el quinto libro de su Historia eclesiástica, cuya fuente es el mismo Ireneo.

No hay plena certeza de cómo ni por qué dejó el Asia Menor y llegó a las Galias (Francia). Hay seguridad sí, de que estuvo allí en calidad de presbítero. Durante la persecución de Marco Aurelio, fue enviado con una carta para el Papa a Roma, por lo que probablemente se salvó de ser ajusticiado como muchos otros. Tras el martirio de San Potino, obispo de Lyon, Ireneo lo sucede como obispo de la ciudad.

Como pastor su labor fue notable. Se propuso dos cosas: “Defender de los asaltos de los herejes la verdadera doctrina y exponer con claridad las verdades de la fe” (Papa Benedicto XVI, audiencia del 28 de marzo de 2007).

Teólogo eminente

Durante la paz religiosa que siguió a la persecución de Marco Aurelio, el obispo repartió esfuerzos entre la sede episcopal y su labor de intelectual cristiano. Dos grandes obras suyas han llegado a nuestras manos: Contra las herejías y La exposición de la predicación apostólica. Especialmente, esta última puede ser considerada una suerte de primer catecismo de la doctrina cristiana. En el mismo sentido, el aporte del santo ha sido crucial para el establecimiento y delimitación de la denominada «regla de la fe» -lo que se expresa en el símbolo de la fe o Credo- y de su transmisión, centro de la doctrina de la Iglesia.

La tradición de la Iglesia lo cuenta entre los mártires.

https://www.aciprensa.com/noticias/60535/cada-28-de-junio-se-celebra-a-san-ireneo-obispo-y-padre-de-la-iglesia-amigo-de-la-verdad

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