A los participantes en el capítulo general de los dehonianos, el Papa les recuerda la importancia de una intensa experiencia de adoración y evangelización: «Que los latidos del corazón de Cristo escaneen el ritmo de sus jornadas, modulen el tono de sus conversaciones y sostengan el celo de su caridad».
Alessandro De Carolis – Ciudad del Vaticano

El mundo «parece haber perdido el corazón». Pero hay un modo para los cristianos y, en particular, para las personas consagradas, de reavivarlo: rezar con intensidad, casi hasta el punto de tener los latidos del propio corazón acompasados con los del corazón de Jesús, y así evangelizar a la humanidad. Francisco se reunió con los participantes en el capítulo general de la Congregación de los Sacerdotes del Sagrado Corazón, más conocidos como dehonianos, llamados así por el sacerdote francés Léon Gustave Dehon, que los fundó en las últimas décadas del siglo XIX.
La unidad no se hace sola
Francisco desarrolló su discurso partiendo del título-guía del 25º capítulo general que viven estos días los dehonianos, «Llamados a ser uno en un mundo que cambia». «Para que el mundo crea». Sobre el primer punto, la unidad, el Papa recuerda con qué fuerza Cristo la pidió para sus discípulos durante la Última Cena, no tanto como «un proyecto o un fin a realizar», sino ante todo como «un don» para ellos.

«Es importante recordarlo: la unidad no es obra nuestra, no podemos conseguirla solos: podemos hacer nuestra parte -y debemos hacerla-, pero necesitamos la ayuda de Dios. Es Él quien nos reúne y nos anima, y crecemos tanto más cohesionados entre nosotros cuanto más unidos estamos a Él».

«No olviden el culto»
«Si quieren que crezca la comunión entre ustedes -es la recomendación de Francisco-, los invito a que, en sus decisiones capitulares, tengan muy en cuenta el valor de la vida sacramental, de la asiduidad en la escucha y meditación de la Palabra de Dios, de la centralidad de la oración personal y comunitaria, especialmente de la adoración -¡no olviden la adoración!

Que la capilla sea la habitación más frecuentada de sus casas religiosas, por todos y cada uno, sobre todo como lugar de silencio humilde y receptivo y de oración escondida, para que los latidos del Corazón de Cristo marquen el ritmo de sus jornadas, modulen el tono de sus conversaciones y sostengan el celo de su caridad (…) Sin oración no hay progreso, no hay posición: ¡ni en la vida religiosa ni en el apostolado! Sin oración no se hace nada.

El secreto de un anuncio creíble
Luego, el Papa vuelve con decisión sobre la necesidad de erradicar la «plaga» de la «charlatanería», que «destruye por dentro», invitando con insistencia a «no hablar nunca mal de los demás». A continuación, subraya el segundo punto que se deriva de una vida de unidad y oración, la «capacidad de evangelizar», de ser «misioneros hoy, en un tiempo complejo, marcado por grandes y múltiples desafíos». Francisco indica al fundador de los Dehonianos, el padre León Dehon, que decía que los azotes, las espinas, los clavos habían «escrito en la carne del Salvador una sola palabra: amor».

«Este es el secreto de un anuncio creíble, de un anuncio eficaz: dejar que la palabra ‘amor’ se escriba, como en Jesús, en nuestra carne, es decir, en la concreción de nuestras acciones, con tenacidad, sin detenerse ante los juicios que azotan, los problemas que angustian y la maldad que hiere, sin cansarse -concluye- con un afecto inagotable por cada hermano y hermana, solidarios con Cristo Redentor en su deseo de reparar los pecados de toda la humanidad».

https://www.vaticannews.va/es/papa/news/2024-06/papa-dehonianos-vida-religiosa-sin-oracion-no-se-hace-nada.html

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