20 « Porque os digo que, si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos.

21 «Habéis oído que se dijo a los antepasados: No matarás; y aquel que mate será reo ante el tribunal.

22 Pues yo os digo: Todo aquel que se encolerice contra su hermano, será reo ante el tribunal; pero el que llame a su hermano «imbécil», será reo ante el Sanedrín; y el que le llame «renegado», será reo de la gehena de fuego.

23 Si, pues, al presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas entonces de que un hermano tuyo tiene algo contra ti,

24 deja tu ofrenda allí, delante del altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano; luego vuelves y presentas tu ofrenda.

25 Ponte enseguida a buenas con tu adversario mientras vas con él por el camino; no sea que tu adversario te entregue al juez y el juez al guardia, y te metan en la cárcel.

26 Yo te aseguro: no saldrás de allí hasta que no hayas pagado el último céntimo. (Mt. 5, 20-26)

¿Y cuál es la justicia de los escribas y fariseos? Esta, se basa en la Ley del Talión: “ojo por ojo y diente por diente”: si me sacas un ojo, yo te saco el tuyo; si me robas diez, yo te quito diez… y así sucesivamente. Se parece esto mucho, a una ley matemática: dos más dos, son cuatro; o, cuatro menos dos, son dos. Esta ley,mata al hombre pues no le permite salir del círculo de sí mismo y, así se asfixia el amor. Éste, no existía antes de la venida de Cristo. Y, es que, apoyados en la Ley de Moisés, ya era mucho la justicia equitativa. Pero, llega a Jesús con la Ley nueva, la Ley del amor, la que ha visto eternamente en el cielo de junto a su Padre- Dios y, su lenguaje es otro. Ya no es: “debes de” o “tienes que”. Ahora, nos habla Jesús de matar, no sólo con nuestro cuerpo sino matar con nuestros pensamientos, con nuestras palabras, con nuestras obras, u, omitiendo el bien que se me invita a hacer al prójimo. En definitiva, yo mato de muchas maneras con mi corazón, cuando no amo. Y, no sólo a los míos, a los que me agradan, sino a los enemigos, a los que me hacen mal, a los que si pudieran, me destruirían. ¡Pues, es a esos indeseables a los que, tengo que inclinarme con un corazón dispuesto a abrazar y a besar tanta miseria moral!

Y Jesús, lo pide a sus discípulos porque Él primero, lo ha hecho. En el cielo, no hay otro mandato que da vida que, el amor indiscriminado: a todos, en todo y para siempre. Porque, mi amor sobre el malo, lo convierte en amigo y hermano, por el poder infinito de la gracia de Dios. ¿Es que, es tacaña la mano de Dios al repartir su misericordia?. ¡Así nosotros, aprendamos a ser “derrochadores” del amor y piedad de nuestro Dios!. ¿Hemos visto alguna vez que, al malo se le niegue, desde el cielo, el sol, el agua y la vida?. Jesús, nos ha regalado el amor del Padre y esto, sólo ha de ser en nuestra vida “nuestro único ejercicio”.

Sí, podemos orar muy perfectamente hablando, en verdad, a nuestro Dios y escuchando sus Palabras para ponerlas por obra, pero, si cuando estoy así, “a gusto”, me asaltan en el alma, “con impertinencia” que,“ese” que está ahí, tiene quejas contra mí, me acusa de mi falta de amor, dejemos nuestro “gran lote de ofrendas” a Dios y vayamos a prisa a dar una satisfacción a mi hermano. ¿Qué es un indeseable?: ¡Mejor,porque así, de rodillas, sólo él comprenderá que, el Amor de Dios por él, es mucho más, no tiene medida!… Y, desde allí, postrado, vayamos al altar de Dios, que, es la oración y pongamos nuestra ofrenda ante Él. ¡No dudemos que, mi plegaria es escuchada entonces y con creces!

¡Oh Señor, qué tardos somos en pedir perdón! Siempre andamos hurgando en “mi justicia”: “me hizo”,“obró peor que yo”, “no tengo por qué humillarme”, etc. etc. Todo esto, son trampas del Enemigo que, nos sugiere guiarnos de nuestro amor propio. Hagamos como nuestro Buen Jesús que, no pide nada, a cambio de entregarse por completo a su criatura. Jesús, de continuo, miraba su Corazón para hacernos, desde Él, todo el bien y el amor del que rebosaba el suyo. ¡Pongámonos dentro de su Corazón y sentiremos la brisa suave de su Espíritu Santo! ¡Él, desea más que nosotros hacernos gustar de sus delicia! ¡No temamos dentro de Él, el vernos rechazados por nuestra pobreza! ¡Él, se ha hecho hombre precisamente para hacernos ricos con su amor que, es eterno y que desea lo sea también un día para nosotros!

¡Míranos Jesús y ayúdanos en tu misericordia! ¡Amén! ¡Amén!

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