Catequesis de Francisco reflexionando sobre la intervención del Espíritu Santo desde la creación y en la transformación de los corazones llevando armonía y orden donde antes había oscuridad y confusión.
Adriana Masotti – Ciudad del Vaticano
“El Espíritu y la Esposa. El Espíritu Santo guía al pueblo de Dios hacia Jesús, nuestra esperanza»: este es el tema del nuevo ciclo de catequesis que Francisco ofrecerá a los fieles, a partir de hoy, en la audiencia general de los miércoles, recorriendo las tres grandes etapas de la historia de la salvación: el Antiguo Testamento, el Nuevo Testamento y el tiempo de la Iglesia, la Esposa. «Manteniendo siempre la mirada fija en Jesús”
Del caos al cosmos
El punto de partida de la primera reflexión de hoy en la Plaza de San Pedro es la acción del Espíritu Santo según el Antiguo Testamento descrita así en el Génesis: «En el principio creó Dios los cielos y la tierra. La tierra estaba informe y desierta y las tinieblas cubrían el abismo y el Espíritu de Dios se cernía sobre las aguas». El Papa comenta:
El Espíritu de Dios se nos presenta como la fuerza misteriosa que hace pasar al mundo de su estado inicial informe, desierto y sombrío, a su estado ordenado y armonioso. Porque el Espíritu hace la armonía, la armonía en la vida, la armonía en el mundo. En otras palabras, es Él quien hace la transición del caos al cosmos, es decir, de la confusión a algo bello y ordenado.
La creación sufre a causa del pecado de la humanidad
De la intervención del Espíritu en la creación del mundo, pasamos en el Nuevo Testamento a una presencia que, como afirma un Salmo, renueva la faz de la tierra. El Apóstol Pablo, dice el Papa, introduce entonces un nuevo elemento en la relación entre el Espíritu y la creación cuando habla de un universo que «gime y sufre como con dolores de parto», que sufre a causa del hombre.
Es una realidad que nos concierne de cerca y dramáticamente. El Apóstol ve la causa del sufrimiento de la creación en la corrupción y el pecado de la humanidad que la ha arrastrado a su alejamiento de Dios. Esto sigue siendo tan cierto hoy como entonces. Vemos los estragos que la humanidad ha causado y sigue causando en la creación, especialmente en aquella parte de ella que tiene mayor capacidad para explotar sus recursos.
El Pontífice cita a San Francisco como el que nos muestra «el camino de la contemplación y de la alabanza» para restaurar la armonía original. «Se trata -explica el Papa- de anteponer la alegría de contemplar a la alegría de poseer. Y nadie se ha alegrado más de las criaturas que Francisco de Asís, que no quería poseer ninguna».
El Espíritu nos da un corazón nuevo
Así como el Espíritu Creador transformó al principio «el caos en cosmos», así también, dice el Papa, quiere obrar una transformación en cada uno de nosotros, transformando nuestro corazón, tan semejante a «aquel abismo desierto y oscuro» descrito en el Génesis.
En él se agitan sentimientos y deseos opuestos: los de la carne y los del espíritu. Todos somos, en cierto sentido, ese «reino dividido en sí mismo» del que habla Jesús en el Evangelio. A nuestro alrededor podemos decir que hay un caos externo, un caos social y un caos político: pensemos en las guerras, pensemos en tantos niños que no tienen qué comer, en tantas injusticias sociales; éste es el caos externo. – Pero también hay un caos interior: el interior de cada uno de nosotros. No se puede curar el primero si no se empieza a curar el segundo.
Por eso, dice Francisco, la Iglesia siempre ha invocado la presencia del Espíritu Santo, poniendo en los labios de los creyentes el grito: «¡Ven, Espíritu Creador! Visita nuestras mentes», y concluye: “Pidamos al Espíritu Santo que venga a nosotros y nos haga personas nuevas, con la novedad del Espíritu”.