«Su humildad, obediencia y pureza no son meras virtudes, sino armas contra las tentaciones que susurran en nuestros oídos».

Dentro de las silenciosas cámaras del exorcismo, donde la oscuridad susurra y el mal se retuerce, yace una fascinante paradoja: el temor del Diablo a la Virgen María.

El fallecido Padre Gabriel Amorth, un renombrado exorcista del Vaticano que luchó contra innumerables demonios a lo largo de su vida, ofreció perspectivas únicas sobre este curioso fenómeno, develando la esencia misma del resplandor de María que hacía estremecer incluso a las espinas más oscuras.

En su libro, “Un Exorcista Cuenta Su Historia”, el Padre Amorth pinta un vívido cuadro del poder de la Virgen, basándose en sus propias experiencias y las confesiones involuntarias de los espíritus oscuros a los que se enfrentó.

Revela que el Diablo teme a María no solo por su papel divino como madre de Jesús, sino por las mismas cualidades que definen su ser: su incomparable belleza, tanto física como espiritual, y su inquebrantable pureza.

El toque del exorcista, impregnado de la gracia de la Virgen, enciende un fuego dentro del poseído. El Demonio, retorciéndose de tormento, derrama verdades largamente ocultas, revelando la esencia misma del resplandor de María que lo hiela hasta la médula.

Belleza inmaculada

El Padre Amorth cuenta la historia de un exorcista, el Padre Candido, que confrontó al demonio. El sacerdote exigió una explicación al diablo sobre su temor a la Virgen.

La respuesta resonó por la cámara, una escalofriante confesión: “Porque me siento más humillado al ser vencido por una simple criatura”.

Aquí, el diablo reconoce la belleza de María, su pureza no tocada por el pecado, un contraste marcado con su propia oscuridad.

Otro exorcista, Don Faustino Negrini, corre aún más el velo, exigiendo la fuente del pavor del Demonio. La respuesta, una sinfonía de contrastes, pinta un retrato de la belleza espiritual de María: “Ella es la más humilde de todas las criaturas, mientras que yo soy el más arrogante. Ella es la más obediente y yo soy el más rebelde. Ella es la más pura y yo soy el más sucio”.

Reina invicta
El exorcista del Vaticano, Padre Gabriel Amorth, señaló:

“Yo mismo, haciendo eco de las preguntas de mis compañeros exorcistas, profundicé más, buscando la esencia del poder de María. El Demonio, acorralado y desesperado, reveló su arma final en el arsenal de Nuestra Señora: El diablo dijo ‘Es la única criatura que siempre me vence, porque nunca ha sido tocada por la más mínima sombra de pecado'».
Aquí, el Diablo reconoce la victoria final de María, su naturaleza inmaculada como escudo contra cada uno de sus ataques.

La forzada alabanza del Diablo sirve como un faro, iluminando el camino que debemos seguir. María, la radiante enemiga de la oscuridad, nos ofrece un modelo para nuestras propias vidas. Su humildad, obediencia y pureza no son meras virtudes, sino armas contra las tentaciones que susurran en nuestros oídos.

La batalla persiste
Nos encontramos al borde de una guerra eterna, la Mujer del Apocalipsis enfrentándose al Dragón en una lucha eterna. Como nos recuerda Pablo, “Poneos la armadura de Dios”, porque nuestra lucha no es contra carne y sangre, sino contra los poderes de la oscuridad que acechan invisibles.

Pero en medio de las sombras, una luz brilla. La Virgen María, nuestra reina celestial, se erige como nuestra campeona, su belleza tanto física como espiritual un escudo contra la oscuridad que se avecina.

Abracemos, por tanto, su resplandor, sus virtudes son nuestra armadura, y su intercesión – nuestra luz guía. Frente al terror del Diablo, encontremos nuestra fortaleza en su presencia y, juntos, derrotemos las sombras con el brillo del amor eterno de María.

Las lecciones extraídas de los conocimientos del Padre Amorth van mucho más allá del mundo del exorcismo.

Ofrecen un poderoso espejo para nuestras propias vidas, recordándonos que las cualidades que más aterrorizan al Diablo – humildad, obediencia y pureza – son las mismas armas que necesitamos para combatir las tentaciones que nos acechan.

Recuerden, abrazar la luz de María no se trata de una devoción ciega, sino de honrar su legado, iluminando nuestro propio camino y permaneciendo hombro con hombro con la Reina del Cielo en la interminable batalla contra la oscuridad.

Stephen Ryan es el autor de «La Belleza Salvará al Mundo«, un libro sobre la Santísima Virgen María.

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