El 10 de mayo se celebra en México la más grande festividad familiar que es la dedicada a las madres; tan sólo superada en importancia social a la que se celebra el 12 de diciembre, a favor de la Madre de todos los mexicanos: la Virgen de Guadalupe.
No obstante el fervor que despierta entre los mexicanos la figura materna, la celebración del Día de la Madre se puede encontrar hasta 1922. Este año, por iniciativa de Teodoro González Miranda, se escogió mayo (mes dedicado a María) para celebrar a las madres; y el día 10 porque entonces, en las empresas y comercios del país, se pagaba por decenas (no por quincenas, como ahora).
Más tarde, Rafael Alducin, director del periódico Excélsior retomó la idea y la fijó a través del poder de convocatoria de su medio; al cual, durante muchos años se le dio el mote del “Periódico de la vida nacional”.
Hoy agradecemos a las mamás que día con día hacen esfuerzos extraordinarios en su labor de acompañar, guiar y dar amor a sus hijos. Más aún, la nostalgia embarga a quienes recuerdan el gran amor de madre pero con la ausencia de ellas, esperando que Dios les haya dado el premio de los justos, de aquellos que amaron y se entregaron como Jesús lo hizo. Nuestra mamá nos enseñó que la familia es sagrada. María nos lo muestra en silencio. ¡Qué bendición son las mamás para el mundo!
San Juan Pablo II, con tan solo 13 años, enfrentó la dolorosa pérdida de su madre, Emilia, dejando una herida profunda en su corazón juvenil. En un momento de nostalgia, el joven Karol Wojtyla encontró consuelo en las palabras y escribió su primer poema, dedicado a la memoria de su querida madre.
Una poesía que servirá a tantos en este día para pedir por el eterno descanso de aquellas madres que se han adelantado en el camino, dejando un dolor y una huella imborrable en la memoria, con la esperanza de que descansen ya en la presencia de Dios.