Después de la fortaleza, la justicia y la prudencia, la templanza es la cuarta virtud cardinal sobre la que Francisco invitó a reflexionar esta mañana durante la audiencia general celebrada en la Plaza de San Pedro.
Adriana Masotti – Ciudad del Vaticano
Con la templanza – tema de la catequesis del Papa correspondiene a la audiencia general de esta mañana celebrada en la Plaza de San Pedro – se concluyó la reflexión sobre las cuatro virtudes cardinales a las que Francisco se refirió en las últimas semanas, revelando sus raíces y su riqueza para nuestra vida. «Para los griegos – observó el Santo Padre – la práctica de la virtud tenía como meta la felicidad”.
«No es verdad que la templanza vuelva a uno gris y sin alegría», dijo el Pontífice al describir la templanza y quién es la persona que la posee, inspirándose de nuevo en el pensamiento de los antiguos y refiriéndose al Catecismo de la Iglesia Católica.
“No sigas tu instinto y tu fuerza complaciendo las pasiones de tu corazón. (…) Una mala pasión arruina a quien la posee y lo convierte en objeto de burla para sus enemigos”
Capacidad de autodominio y justa medida
Para los filósofos griegos, la templanza significa «poder sobre uno mismo». «Esta virtud es, por tanto, la capacidad de autodominio, el arte de no dejarse arrollar por las pasiones rebeldes», dijo el Papa. Y recordó que para el Catecismo, es la virtud que «asegura el dominio de la voluntad sobre los instintos y mantiene los deseos dentro de los límites de la honestidad». Y añadió:
“Así pues, la templanza, como dice la palabra en italiano, es la virtud de la justa medida. En cualquier situación, uno se comporta con prudencia, porque las personas que actúan siempre movidas por el ímpetu o la exuberancia son, en última instancia, poco fiables. En un mundo en el que tanta gente presume de decir lo que piensa, la persona templada prefiere, en cambio, pensar lo que dice”
La importancia de frenar los impulsos y las palabras
Ante los placeres de la vida, reiteró Francisco, la templanza nos enseña a actuar con juicio. «El libre curso de las pulsiones y la licencia total concedida a los placeres acaban volviéndose contra nosotros mismos, sumiéndonos en un estado de aburrimiento», advirtió el Obispo de Roma. Sabiendo cuánto cuentan en las relaciones humanas, el Papa dijo que la persona que posee la templanza también sopesa bien sus palabras.
“No permite que un momento de rabia arruine relaciones y amistades que luego sólo pueden reconstruirse con dificultad. Especialmente en la vida familiar, donde las inhibiciones son menores, todos corremos el riesgo de no mantener bajo control las tensiones, irritaciones y enojos. Hay un tiempo para hablar y otro para callar, pero ambos requieren la justa medida”
Reprender, si es necesario, pero con comprensión y empatía
Además, el Papa Francisco afirmó que controlar la propia irascibilidad no siempre significa mostrarse pacíficos, a veces incluso puede ser necesario indignarse o pronunciar una palabra de reproche.
Quien tiene templanza sabe que no hay nada más incómodo que corregir a otro, pero también sabe que es necesario: de lo contrario, se ofrecería campo abierto al mal. En ciertos casos, el que tiene templaza consigue mantener unidos los extremos: afirma principios absolutos, reivindica valores innegociables, pero también sabe comprender a las personas y muestra empatía por ellas.
La templanza da equilibrio
En un mundo en el que todo impulsa hacia el exces – prosiguió el Papa –la persona que pone en práctica la templanza representa el equilibrio y vive valores cercanos al estilo del Evangelio como la pequeñez, la discreción y la mansedumbre. Al concluir, el Pontífice ofreció algunos ejemplos de la persona que posee la templanza:
Es sensible, sabe llorar y no se avergüenza de ello, aunque no llora sobre sí mismo. Derrotado, se levanta de nuevo; victorioso, es capaz de volver a su antigua vida oculta. No busca el aplauso, pero sabe que necesita a los demás. No es cierto que la templanza nos vuelva grises y sin alegría. Al contrario, hace que uno saboree mejor los bienes de la vida.