Cada 9 de abril, se recuerda a Santa Casilda de Toledo, la princesa árabe que se convirtió del islam al cristianismo, y quien alcanzó la santidad movida por el ideal de la caridad. El nombre “Casilda” significa “poesía” o “arte” en árabe. Y, curiosamente, fue un gran artista, el pintor español Francisco de Zurbarán, quien inmortalizó su belleza en uno de sus cuadros.
Santa Casilda nació a inicios del siglo XI en los territorios de la antigua Hispania -hoy España-, en ese entonces invadida por los árabes provenientes del norte de África. Fue hija de Al-Mamún, emir (suerte de príncipe o rey musulmán) de Toledo, hombre conocido por su crueldad y odio contra los cristianos y por haber hecho de sus dominios uno de los principales centros culturales del al-Andalus (nombre que los árabes le dieron a la península ibérica durante los siglos que duró la ocupación).
Del Corán a la Biblia
Casilda fue una mujer de carácter fuerte, de inmenso valor y generosidad. Según el Martirologio Romano, “ayudó con misericordia a los cristianos detenidos en la cárcel y después, ya cristiana, vivió como eremita”.
No hay certeza completa sobre el año de su nacimiento. Se cree que pudo haber nacido en el año 1007, mientras otros fechan el 1025. A la edad de cinco años empezó a aprender el Corán de memoria; con el que todo niño musulmán aprendía a leer y escribir. No obstante, es muy probable que su madre fuera cristiana y que su educación fuera encargada a hombres sabios, conocedores de las culturas antiguas, situación puede haber provocado en ella dudas y conflictos internos sobre el Islam. También es factible que esos tales cuestionamientos fueran resueltos al amparo o guía de su madre.
Convertida visitando la cárcel
Antes de su conversión definitiva, Casilda ya había dado muestras de ser una princesa piadosa que buscaba llevar consuelo material y espiritual a los prisioneros de los calabozos que regentaba su padre, Al-Mamún. Casilda visitaba las celdas y mazmorras llevando alimentos y medicinas escondidas en sus ropas. Muchos de los prisioneros eran sacerdotes y monjes cristianos, por lo que a través de ellos pudo conocer mejor a Cristo. Uno de esos sacerdotes prisioneros sería quien finalmente la bautizaría.
El bouquet de rosas
Según la tradición, cuando llegaron a su padre los rumores de que Casilda visitaba las mazmorras -lo cual le estaba absolutamente prohibido-, este decidió sorprenderla y comprobar su falta. Un día Al-Mamún interceptó a su hija en el camino cuando ésta parecía llevar algo escondido entre sus ropas -Casilda tenía comida para los reos-. El rey preguntó qué era aquel bulto. Ella respondió: “¡Son Rosas!” De inmediato, el emir pidió que se las mostrara, y ella, al extender su falda, dejó caer milagrosamente un atado de rosas rojas. Su padre, que ya estaba listo para castigarla, no pudo hacerlo, quedándose confundido y en completo silencio.
La cura de todo mal
Tiempo después, la princesa empezó a padecer de flujos de sangre, una afección que los médicos no pudieron curar. En los calabozos, uno de los prisioneros le hizo una sugerencia inusual: bañarse en los lagos cercanos al monasterio de San Vicente, en las tierras de La Bureba, en Briviesca (Reino de Castilla). Al-Mamún, por su lado, se había convencido de que la enfermedad de su hija no tenía cura. Aun así aceptó preparar el viaje de su hija, quien saldría acompañada de la comitiva real, entre quienes había cristianos en secreto.
Cuando Casilda llegó a los lagos y se bañó en ellos, sanó inmediatamente. Y, allí mismo, pidió el bautismo, se confirmó y recibió por primera vez la Sagrada Eucaristía.
Tras lo ocurrido, la princesa decidió entregar su vida a Cristo, preservarse virgen y pasar el resto de sus días en oración y penitencia. Además, entregó la dote que le correspondía a la Iglesia y los pobres.
Casilda murió como eremita en 1075, en San Vicente, región de Castilla, cuando era ya una anciana. Sus restos fueron sepultados en la ermita que ella misma construyó y hoy se conservan en el santuario que lleva su nombre, ubicado en Burgos (España).
A Santa Casilda de Toledo se le han atribuido incontables milagros, muchos de ellos relacionados con casos de esterilidad o con afecciones ginecológicas.