Es la acedia el vicio sobre el que el Papa invita a reflexionar en la audiencia general en el Aula Pablo VI. «Una tentación muy peligrosa» que incita casi «a desear la muerte». Cuando asalta hay que contrarrestarla con «una medida de compromiso más pequeña», pero con perseverancia «apoyándose en Jesús»
Adriana Masotti – Ciudad del Vaticano
Jesús «se acercó a los discípulos y los encontró dormidos. Y dijo a Pedro: ‘¿Así que no has podido velar conmigo ni una hora? Velad y orad, no sea que caigáis en tentación. El espíritu está dispuesto, pero la carne es débil». Este es el pasaje del evangelista Mateo que introduce la reflexión del Papa Francisco en la audiencia general de este primer día de Cuaresma, dedicado al vicio de la acedia, término que a menudo se sustituye por otro: pereza.
La acedia, una tentación muy peligrosa
Acedia del griego significa «falta de cuidado», explica el Papa, y es la causa de la pereza que hace a la persona «inoperante, indolente, apática». Y prosigue:
Esta es una tentación muy peligrosa; no bromees con ella. Quien cae víctima de ella está como aplastado por un deseo de muerte: siente asco por todo; su relación con Dios se le hace aburrida; e incluso los actos más santos, los que en el pasado le habían calentado el corazón, ahora le parecen completamente inútiles.
La pérdida del sentido
Para aclarar aún más el significado de la acedia, Francisco recuerda un escrito del monje Evagrio que describe el comportamiento de los perezosos: «… Cuando lee, el perezoso bosteza a menudo y se deja vencer fácilmente por el sueño, arruga los ojos, se frota las manos y, retirando los ojos del libro, mira fijamente a la pared; luego volviéndolos de nuevo al libro, lee un poco más (…); finalmente, inclinando la cabeza, pone el libro debajo y se duerme en un sueño ligero…». Se trata de una descripción en la que, según el Papa, es posible vislumbrar algo cercano a la depresión.
En efecto, para quien está atrapado en la acedia, la vida pierde su sentido, rezar es aburrido, cada batalla parece carente de significado. Si ya en la juventud alimentábamos pasiones, ahora parecen ilógicas, sueños que no nos hacían felices. Así que nos dejamos llevar y la distracción, el no pensar, aparecen como las únicas salidas.
Un remedio es «la paciencia de la fe»
Pero, ¿cuáles son los verdaderos remedios contra la acedia? Recurriendo a los maestros de la espiritualidad, el Papa indica el más eficaz y lo llama «la paciencia de la fe».
Aunque bajo el azote de la acedia el deseo del hombre es estar «en otra parte», escapar de la realidad, en cambio hay que tener el valor de permanecer y acoger en mi «aquí y ahora», en mi situación tal como es, la presencia de Dios.
Resistir y perseverar en la fe apoyándose en Jesús
La acedia quiere destruir la alegría sencilla del presente que se vive y quiere hacernos creer «que nada tiene sentido, que no vale la pena preocuparse por nada ni por nadie», dice el Papa. Así, por culpa de la acedia, muchos abandonan «la vida de bien» que habían emprendido. Es una tentación grave, por tanto, que incluso los santos han experimentado y que hay que vencer.
Estos santos nos enseñan a atravesar la noche de la paciencia aceptando la pobreza de la fe. Recomiendan, bajo la opresión de la acedia, mantener una medida menor de compromiso, fijarse metas más al alcance de la mano, pero al mismo tiempo resistir y perseverar apoyándose en Jesús, que nunca nos abandona en la tentación.
La fe que cree humildemente
La fe, vuelve a afirmar Francisco, no pierde su valor aunque sea tentada por la pereza, sino que demuestra su autenticidad resistiendo a pesar de todo, y concluye:
Es esa fe que permanece en el corazón, como quedan las brasas bajo las cenizas. Siempre permanece. Y si alguno de nosotros cae en este vicio o tentación de la pereza, que intente mirar en su interior y guardar las brasas de la fe. Y así seguimos.
Cuaresma: conversión y oración por la paz
Al final de la audiencia general, en su saludo a los fieles en italiano, el Papa Francisco se refiere, entre otras cosas, a la Cuaresma que comienza hoy, llamando la atención en particular sobre el sufrimiento causado por las guerras.
Hagamos de este tiempo una ocasión de conversión y de renovación interior en la escucha de la Palabra de Dios, en la atención a nuestros hermanos y hermanas que necesitan, necesitan tanto. Y aquí no olvidemos nunca a la atormentada Ucrania y a Palestina e Israel que tanto sufren. Recemos por estos hermanos y hermanas que sufren la guerra. Sigamos adelante en este proceso de conversión, en la escucha de la Palabra de Dios, en la atención a nuestros hermanos y hermanas necesitados, y sigamos adelante intensificando la oración, especialmente para pedir la paz en el mundo.
En su saludo a los fieles polacos, el Papa recordó cómo la Cuaresma es una ocasión privilegiada para la solidaridad: «Con motivo del inicio de la Cuaresma, hoy se celebra en todas las iglesias de vuestro país una colecta para ayudar a Ucrania. Ante tantas guerras, no cerremos nuestro corazón a los necesitados. Que la oración, el ayuno y la limosna sean el camino para construir la paz».