Por los tiempos que la humanidad está viviendo, de confusión, polarización, persecución, asesinatos, secuestros, hoy más que nunca, es importante retomar la frase del niño mexicano mártir de la Guerra Cristera, San José Sánchez del Río: Mamá, nunca había sido tan fácil ganarse el cielo como ahora, y no quiero perder la ocasión, ante la persecución religiosa, de 1926 a 1929.
José Sánchez del Río nació en Sahuayo, 28 de marzo de 1913 y fue brutalmente asesinado un 10 de febrero de 1928, a la edad de 14 años de edad, luego de ser procesado, torturado y ejecutado por oficiales del gobierno mexicano, durante la Guerra Cristera en México. ​

Fue declarado beato por el cardenal Jose Saraiva Martins en Guadalajara el 20 de noviembre de 2005,​ siendo el 21 de enero de 2016 cuando el Romano Pontífice firmara el decreto que habilitó su canonización realizada el 16 de octubre del mismo año,​ en Roma

Asistió a la escuela y vivió en el centro de Sahuayo, siendo de las mejores familias. Se integró a las vanguardias del grupo local de la Asociación Católica de la Juventud Mexicana (ACJM) en Sahuayo, posteriormente en Guadalajara, Jalisco. Luego de estallar la Guerra Cristera en 1926, sus hermanos se unieron a las fuerzas cristeras, pero su madre no le permitió unirse. El general Prudencio Mendoza, rechazó que se enlistara. El niño insistió en que quería tener la oportunidad de participar en el conflicto. Las palabras que convencieron a su madre para que lo dejasen ir fueron las siguientes «Nunca ha sido tan fácil ganarse el cielo como ahora».​

Durante una lucha muy fuerte el 6 de febrero de 1928, el caballo del general Luis Guízar Morfín fue impactado por los proyectiles enemigos. José le dio el suyo diciéndole: «Mi general, aquí está mi caballo. Sálvese usted, aunque a mí me maten. Yo no hago falta y usted sí”.

Proceso y ejecución. Tras el combate, lo tomaron prisionero en las cercanías de Cotija,​ y lo llevaron a Sahuayo, donde lo encarcelaron en la parroquia, en custodia de su padrino Rafael Picasso. José le dijo a uno de sus carceleros: “La casa de Dios es para rezar, no para usarla como un establo de animales. Estoy dispuesto a todo. Puede fusilarme. Así me encontraré enseguida en la presencia de Dios y podré pedirle que le confunda.”

Desde la prisión escribió una carta a su madre, el 6 de febrero de 1928: “Querida mamá: Fui hecho prisionero en combate en este día. Creo que en los momentos actuales voy a morir, pero no importa, mamá. Resígnate a la voluntad de Dios. No te preocupes por mi muerte, que es lo que me mortifica; antes diles a mis hermanos que sigan el ejemplo que les dejó su hermano el más chico. Y tú has la voluntad de Dios, ten valor y mándame la bendición juntamente con la de mi padre. Saluda a todos por última vez. Y tú, recibe el corazón de tu hijo, que tanto te quiere y, verte, antes de morir, deseaba”.

El viernes 10 de febrero lo sacaron de la parroquia al mesón general del ejército federal. Le desollaron las plantas de los pies,​ y lo obligaron a caminar descalzo por la calle Insurgentes, hasta topar con lo que hoy es el Instituto Sahuayens; dieron vuelta al Boulevard y siguieron hasta llegar al panteón Municipal. ​Durante todo el proceso, José dio repetidas vivas a Cristo Rey y a la Virgen de Guadalupe.​ Llorando pero a la vez rezando por el camino, le fue señalada su tumba y poniéndose al pie de ella fue sometido a ahorcamiento y acuchillamiento por sus verdugos. Uno de ellos, Rafael Gil Martínez apodado «El Zamorano», lo bajó del árbol donde había sido colgado y le preguntó: ¿Qué quieres que le digamos a tus padres? José respondió con voz de mucha fatiga: Que viva Cristo Rey y que en el cielo nos veremos. El verdugo sacó su pistola y lo mató de un tiro en la sien, a las 11:30 pm en su natal Sahuayo.

Es beatificado junto con once mártires mexicanos de la defensa religiosa el 20 de noviembre de 2005, durante el papado de Benedicto XVI, en el Estadio Jalisco de Guadalajara, en una ceremonia presidida por el cardenal José Saraiva Martins, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos. El 22 de enero de 2016, la Santa Sede aprobó un milagro atribuido a la intercesión del adolescente, que ostentaba el título de beato, el penúltimo paso antes de su reconocimiento como santo de la Iglesia católica. La aprobación tuvo lugar la víspera durante una audiencia del papa con el Cardenal Ángelo Amato, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos.​ La ceremonia de canonización se llevó a cabo el 16 de octubre de 2016.​ Para las diócesis de México la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos autorizó que la memoria libre de san José Sánchez del Río se celebre el 10 de febrero.

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