Elisa Sixtega Antele

Cuando visite a un sacerdote, recuerde que no está casado ni tiene familia propia: sin esposa, sin hijos. Su familia son sus feligreses. Es un padre espiritual en la fe de la comunidad a la que sirve. Su futuro implica celebrar la Eucaristía diariamente, escuchar confesiones, ungir a los enfermos y servir a aquellos que acuden a él en busca de ayuda. Un sacerdote puede permanecer en una parroquia solo por un mínimo de cinco a siete años, luego podría ser transferido a otra parroquia o asignado a un rol diferente en la Iglesia. Se apoya en su equipo de voluntarios, personal y fieles laicos, así que no espere que esté siempre disponible solo para usted.

Cuando da dinero a la Iglesia, es importante saber que no es para el sacerdote, ya que ninguno recibe un salario fijo. Reciben un estipendio para cubrir gastos básicos como alimentación, vestimenta y viaje. Ahorran cada centavo para vacaciones, y gran parte del dinero proviene de amigos, familiares y simpatizantes, ya que no tienen licencia pagada como el resto de los trabajadores. Aunque trabajamos por un número fijo de horas con dos días libres a la semana, se espera que los sacerdotes estén disponibles las 24 horas del día, los 7 días de la semana. Así que no se enoje si no responde cuando lo necesite; ellos también son humanos con fragilidades.

Si escucha a alguien hablar mal de un sacerdote en particular, corrija a esa persona y no participe en chismes sin conocer los hechos. Recuerde que están solos y a veces necesitarán compañía. Preste atención a sus necesidades emocionales, físicas y mentales. Acompáñelos si es necesario u ofrézcales una mano amiga o incluso un aventón. No es fácil salir solo a las 2 o 3 de la mañana, especialmente en barrios peligrosos, para aconsejar o ungir a alguien en su lecho de muerte. Si alguien acude a ellos a esa hora en busca de ayuda, deben levantarse de su sueño profundo y aún se espera que celebren la Misa por la mañana. ¿Quién está ahí para ellos cuando están enfermos o tienen emergencias en medio de la noche? Sin embargo, están obligados a cumplir con sus deberes porque, si no ellos, ¿quién?

Recuerde sus cumpleaños, aniversarios de ordenación y eventos importantes en sus vidas. Celebre con ellos, llore con ellos. Ofrezca un hombro en el que apoyarse. Si se caen, no juzgue ni critique. Levántelos y ayúdelos en su viaje en la vida. No se ofenda si no están a la altura de sus expectativas. Ningún sacerdote es perfecto.

Cuide, pues, de sus sacerdotes, recuerde a aquellos que le bautizaron, confirmaron, casaron y ungieron. Los que ofrecen misas por sus intenciones y oran por usted. Que Dios bendiga a nuestros sacerdotes en el nombre de Jesús, nuestro eterno Sumo Sacerdote.

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