Alberto Villasana
¿Por quién debe votar un católico?, en su capítulo tercero del libro “La perversión democrática” de Antonio Caponnetto” hay un tema denominado “El mal menor”, traducido en la llamada “Propuesta de votar por el candidato menos indigno”, y que en México todos piensan al sopesar las diferentes opciones.
La “Propuesta” de votar por el menos peor, fue un debate intenso y acalorado entre católicos españoles integristas (que se oponían al liberalismo, la democracia y el conservadurismo ilustrado) y los no integristas, debate que ocurrió a principios del siglo XX, concretamente en 1905, en las páginas de la revista La Razón Española. La polémica fue tan acalorada y resonante que obligó a la intervención de la Jerarquía Eclesiástica y posteriormente a la intervención del mismo Papa San Pío X.
El primer contexto, que no puede omitirse, es que no hubo un San Pío X pidiendo votar por tal o cual partido, o eximiendo de culpas a la llamada “democracia” o a la “partidocracia”. Pero sí un Papa que se vio obligado a arrojar luz sobre la cuestión con prudencia y cautela.
Tampoco se quería alentar la participación de los católicos en la farsa electoral de la democracia, en la que siempre acaban gobernando quienes saben manipular a la muchedumbre y le hacen sentir que tienen el “poder” del voto.
El segundo contexto es que penosamente se concibe imposible una resistencia a los dogmas democrático liberales, cuando el católico está llamado a enfrentar el pensamiento modernista preponderadamente en boga, y a la dictadura del relativismo que lo lleva al caos y a la pérdida de las libertades. Tales católicos presumen de racionalidad e independencia pero su opción “democrática” se justifica sólo con el sumarse a la gran manada, y aceptar ciegamente las reglas de juego del sistema. Cándido Nocedal resumiría la cuestión diciendo que el mal menor sigue siendo un mal. Y que si se trata de participar en la vida política para sumar al bien común, lo ideal sería unir a los católicos en el amor a la verdad y la libertad, en el odio a la dictadura del relativismo y la opinión de las mayorías. Jamás puede ser lícito favorecer a ningún relativista liberal, por más manso, hipócrita y pérfido que sea, y por más que coincida con el pensar de moda. En el caso de México, no se puede decir que un candidato sea menos abortista que otro. El aborto es el asesinato de un bebé indefenso en el vientre de su madre, por eso quien lo facilita, promueve o festeja, está automáticamente excomulgado de la Iglesia!! no hay grados o excusas, y no se puede votar por dicha persona.
La aprobación del aborto es una de las principales causas de la violencia que existe hoy en México pues manda a la sociedad el mensaje de que puedes matar a cualquiera que te “estorbe”, sea en los negocios, sea con su coche en la puerta de tu casa, sea a quien no pague el cobro de piso, sea a quien te roba la plaza de tu red de narcotráfico. Una mujer puede decidir sobre su cuerpo, si, pero no puede decidir sobre la vida de otro, porque entonces la sociedad se vuelve en una selva donde cualquiera puede pisotear los derechos del otro, incluso el más sagrado, que es el derecho a la vida.
Hay muchos casos en Europa, EEUU, en México, de clínicas en las que homosexuales se han curado de su desviación sexual. ¿Por qué acudieron a ellas? No porque la opinión pública los presionara, al contrario, los favorecía, sino porque en lo personal no pudieron más con el sufrimiento que les causaba constatar que su “opción” era contraria a la naturaleza humana, y eso les ocasionaba desolación, ansiedad y angustia.
Hay quienes se excusan en no querer imponer una “moral particular”, pero se olvida de que la Iglesia Católica no propone ninguna “moral particular”, sino que defiende la ley natural establecida por el creador, cuya observancia edifica la dignidad humana y nos conduce a la salvación eterna. Claro que cualquiera es libre de tener relaciones sexuales con su perro, su gato, o una persona del mismo sexo, no los vamos a criticar, pero eso no es natural. El aparato sexual no fue diseñado para penetrar el aparato excretor: eso denigra a la persona humana, la expone a muchas enfermedades y provoca heridas internas que la hacen sufrir y, sobre todo, pone en riesgo su salvación eterna.
Otros asumen la ideología de género, como cuando se ordenó al Congreso de la Ciudad de México probar la ley que elimine la temporalidad de semanas en las que se puede abortar, no importa si el bebé tiene 7 semanas o 7 meses, se le puede asesinar impunemente sin ninguna consecuencia para quien comete esa deplorable atrocidad.
Los católicos no pueden votar por abortistas, izquierdistas, so pena de contribuir a la degradación de la sociedad arriesgo de su ex comunión de la Iglesia y perder la vida eterna. Adicionalmente, hay un segundo aspecto qué analizar, y es la ideología económica social, como quienes reconocen abiertamente ser de izquierda, marxista. Esto es tan grave como lo anterior, como la causa que lleva al mundo a la división, el odio, el exterminio y la pobreza. El marxismo está a la base del bolchevismo comunista que llevó a la muerte a más de 150 millones de seres humanos, es además la ideología que busca de construir el lenguaje para imponer una ideología mundialista dictatorial que quite las libertades a los seres humanos para someterlos al poder de un gobierno mundial socialista, centralizado y ateo, desde Israel.
Es la advertencia más descarada de estar dispuestos a la eliminación progresiva de la propiedad privada, al incremento asfixiante del estado, al control de los mercados y al ejercicio libre de cualquiera de sus actividades. La misma ideología marxista se inspiró en el Foro de Sao Paolo, agrupación que promueve el socialismo en América Latina, así como la Coordinadora Nacional de la Defensa de la Transformación, que busca continuar el desmantelamiento del estado, promover el resentimiento y la división entre las clases sociales, sembrar el odio que en un futuro pudiera tornarse en enfrentamientos violentos, como ha sucedido en el pasado en los países que forman parte del Foro de Sao Paolo.
Por todo lo anterior, el Papa San Pío X aconseja hacer a un lado cualquier táctica mal minorista (escoger el mal menor) o la tibieza de procederes: “Escojan, dice, no al mal menor ni a los menos indignos, sino a aquellos que han de mirar decidida y abiertamente por los intereses de la religión y de la patria en el ejercicio de su cargo público”. San Pío X, en los textos fundantes de su pontificado, expresa reiteradamente las admoniciones y las reprobaciones contra el sistema liberal y democrático. En muchos documentos grandiosos está frente a nosotros la llamada lucha para Instaurar todo en Cristo. Tal fue, por si alguien lo ha olvidado, el lema pontifical de San Pío X. Se trata de declarase abiertamente católico con el programa de instaurar el reinado de Jesucristo en la sociedad.
Quien gobierne debe estar dispuesto a luchar por la promoción de la vida, familia natural, propiedad privada y la libertad, eso es buscar el “bien mayor” que el Papa San Pío X aceptó con tanta vehemencia. Aquí es donde entra la convicción de que, si sigue uno su conciencia y lo que Dios le propone como bueno, un milagro va a suceder. Y ha sucedido siempre en la historia cuando uno ha tenido fe.
Baste recordar la victoria del pequeño David contra el gigante Goliat. Los filisteos estaban atacando a los israelitas. Todas las mañanas, un filisteo gigante llamado Goliat desafiaba a cualquier israelita a pelear contra él. Goliat era más grande y más alto que todos los demás, y era feroz. Llevaba una pesada armadura y una espada, una lanza y un gran escudo. Nadie se atrevía a pelear con él (1 Sam, 17, 1). David era un joven pastor que tenía fe en Dios. Sus hermanos mayores eran soldados del ejército de Israel, pero temían a Goliat. Un día, David llevó algo de comida a sus hermanos. Cuando llegó al campamento del ejército, oyó el desafío de Goliat.
David pidió permiso al rey Saúl, rechazó su armadura pues no le quedaba, recogió cinco piedras y las colocó en una bolsa. Tomó su honda y su bastón de pastor y fue a enfrentarse a Goliat. Cuando Goliat vio a David, se burló de él. Dijo que un pastorcillo no podría vencerlo. David le gritó a su vez que confiaba en que Dios le daría la victoria. David corrió hacia Goliat. Rápidamente lanzó una piedra con su honda. La piedra golpeó a Goliat en la frente y el gigante cayó al suelo desmayado. Cuando los filisteos vieron que Goliat había muerto, corrieron atemorizados.
Pero hay otro milagro de la intervención divina que nos enseña cómo los números son insignificantes para Dios a la hora de lograr la victoria. Es la batalla de los hebreos contra los madianitas (Jue 6, 11). Gedeón era un hombre de una familia pobre. Dios envió un ángel para llamarlo a liberar a Israel de la dominación de los madianitas. Los israelitas se habían apartado de Dios despreciando sus mandamientos, y éste permitió que los madianitas los esclavizaran y se llevaran sus alimentos, su ganado, sus propiedades. Gedeón se preguntaba por qué Dios lo había elegido a él para esa batalla.
Gedeón no creía que pudiera liberar a Israel. Había más de 135 000 soldados en el ejército madianita. Pero Dios le dio sabiduría y fortaleza. Dios quería que los israelitas supieran que triunfarían por su poder, no por la fuerza de ellos. Aunque Israel tenía solo 32 000 soldados, Dios le pidió a Gedeón que enviara a casa a cualquier soldado que tuviera miedo. Luego de que 22 000 regresaran a casa, los israelitas se quedaron con solo 10 000 soldados. Dios le dijo que 10 000 eran todavía demasiados soldados. Mandó a Gedeón que llevara al ejército a beber agua al río. Los que bebieran directamente del agua con la boca, como los perros que se agachan a beber el agua, serían enviados a casa. Solo aquellos que usaran la mano para llevarse el agua a la boca para beberla podrían quedarse. Quedaron solo 300 hombres.
Dios mostró a Gedeón cómo derrotar a los madianitas. Gedeón le dijo a su ejército que usaran trompetas y lámparas para asustarlos por la noche. El ruido y las luces confundieron tanto a los madianitas, que empezaron a pelearse unos contra otros. Luego gritaron y huyeron. Esa es la manera en que Dios venció a más de 135 000 enemigos con 300 hombres, gracias a la docilidad de un solo hombre. Para Dios, los números no cuentan.
Es preciso creer en el milagro de Dios. Éste sucederá si Él lo quiere. Y tu voto puede ser parte integrante y causal de ese milagro, aunque pueda parecer insignificante. No dejes de ser parte de los 300 que ganaron milagrosamente la contienda!!: eso no es optar por el «mal menor», sino por el bien mayor que Dios nos regala. Y esa victoria viene de la fidelidad, de proclamar abiertamente ser un candidato católico, con el programa de instaurar el Reinado de Jesucristo en la sociedad, en las leyes, en la universidad, en la política, en la economía, la propiedad privada, los mercados, la libre competencia, la vida y la familia.