Ciudad de México.– Situación de la libertad religiosa en el mundo. El “Informe de la Libertad Religiosa en el Mundo, 2021” afirma que hoy, en pleno siglo XXI, el derecho fundamental a la libertad religiosa no es reconocido ni respetado en muchos países del mundo y en algunos está en retroceso.
Hay personas que son discriminadas e incluso perseguidas hasta la muerte por su fe. El 67% de la población mundial (unos 5,200 millones) vive en países con graves violaciones a la libertad religiosa.
En 62 de los 196 países del mundo (31.6%; 1 de cada 3) se viola de forma sistemática la libertad religiosa. En 26 países hay persecución religiosa.
Hay persecución cuando existe una campaña activa con el fin de exterminar, expulsar o someter a un determinado grupo de personas por su religión por parte del estado o de otros grupos. Las víctimas son discriminadas, desposeídas e incluso asesinadas legalmente. La persecución tiene carácter sistémico, no circunstancial. Las minorías sociales pueden ser objeto de asesinato, expropiación de propiedades, robo, deportación, exilio, conversiones forzadas, matrimonios forzados, acusaciones de blasfemia… todo de manera legal, según las leyes nacionales y por tanto los que cometen los delitos no suelen ser castigados.
En 36 países hay discriminación religiosa. La libertad religiosa en el Cinturón Central de África peligra por el avance del yihadismo. En Europa aumentan los atentados con motivo religioso y aumenta la Islamofobia.
Hay discriminación cuando las leyes marginan a un determinado grupo religioso y no a todos; hay limitaciones al acceso laboral y cargos públicos; incapacidad de compra o reparar propiedades; imposibilidad de vivir en un determinado barrio; imposibilidad de llevar símbolos religiosos. Las víctimas sólo pueden recurrir a la comunidad internacional en su defensa.
En 43 países, donde viven 2,932 millones de personas, son los estados autoritarios quienes atacan la libertad religiosa; en 26 países, donde viven 1,252 millones de personas, es el extremismo Islámico; y en 4 países, donde viven 1,642 millones, son los ultranacionalismos.
Nuestro compromiso, aunque podemos afirmar que la normatividad sobre derechos humanos, tanto la internacional como la mexicana, tienen enunciados positivos, favorables y alentadores, sin embargo, la realidad para México es que se reduce a un catálogo de buenas intenciones que deja mucho que desear y nos presenta retos extraordinarios que atender.
Si cada una de las garantías que ha firmado el Estado Mexicano se cumpliese, nuestras vidas serían pacíficas, seguras, cómodas y saludables; nuestros sistemas jurídicos serían justos y ofrecerían a todos la misma protección; y nuestros procesos políticos serían transparentes y democráticos y servirían a los intereses de la gente. Entonces, ¿qué es lo que va mal? Una de las cosas que hacen que el sistema no funcione es que los gobernantes y políticos a menudo tienen intereses ideológicos, políticos, de grupo, económicos, o son negligentes y omisos, y toman atajos para “salirse con la suya”.
Por lo tanto, debemos conocer nuestros derechos humanos y ciudadanos para exigir que los respeten y promuevan. Y, por otro lado, tenemos que conocer cuáles son las obligaciones legales de nuestros gobernantes, los procedimientos que tienen que cumplir, sus promesas de campaña, sus planes de gobierno, etc. y estar vigilando que los cumplan. Estamos convencidos de que la fuerza del verdadero cambio está en los ciudadanos; en la participación ciudadana organizada. La participación es un derecho y un deber de todos.
Participar significa intervenir de forma individual o colectiva en la toma de decisiones, la fiscalización, control y ejecución de las acciones tanto de los organismos públicos como privados, que afectan los aspectos políticos, económicos, educativos y ambientales de nuestra sociedad. Como personas y como asociaciones requerimos desarrollar nuestra capacidad de participar, de aportar, de darnos.
Todos debemos participar en nuestros grupos, asociaciones, comunidades o entidades con el ritmo y la magnitud con la que cada uno pueda hacerlo, pero todos aportando con sentido de solidaridad. Nuestra participación debe ser consciente, libre, activa, responsable y eficaz, que logre nuestra inserción en la sociedad de tal manera que permita la mayor realización posible del bien común de las personas y de la sociedad. Frente Nacional por la Familia. Minuto de formación L# 23.