P.Hector Galvan L.C.
Cómo tenemos que creer a Dios, lo encontramos en el capítulo 12 del Genesis. Cuando
Dios llama a Abraham a que salga de su tierra y camine hacia Canaán. Le promete que su
descendencia será más numerosa que las estrellas del cielo. Abraham escucha, acepta y
cree la oferta de Dios, aunque él ya era anciano y su esposa era estéril. Igual que ese
Pueblo escogido de Dios comenzaría con Isaac, Así también bajó y se encarnó en el seno
de María por obra del Espíritu Santo, el futuro hijo de Dios, el heredero de la dinastía del
Rey David, el Mesías. Cuando Jesucristo ya tenía 30 años, el Hijo de María de Nazareth,
tras 20 años de vida oculta, comenzó su misión escogiendo a los 12 apóstoles. Por una
moción espiritual esos hombres siguieron a Jesús con una fe inicial. Poco a poco se va a ir
dando a conocer a ellos
Tras un día de enseñanza, Cristo les manda que den de comer a toda la gente. Mucho
dinero no sería suficiente. Entonces Andrés presenta a un niño con unos cuantos panes.
Suficiente, Jesús les ordena que agrupen a toda la gente en grupos de 50. Cristo los pocos
panes los multiplicó y los repitió a todos. Jesús actuando como auténtico padre de familia
ordena que los apóstoles se vayan en barca a otro lado del lago mientras él despide a la
gente. Al final de la tarde, Cristo solo sube al monte a orar. Cae la noche; entonces baja
para alcanzar la barca rumbo al poblado. Cristo es Dios; quiere darse a conocer más de sus
amigos. Baja al lago, camina sobre las olas y alcanza a la barca, que lucha contra el viento
en contra. ¿Un fantasma, una visión? Jesús los tranquiliza y juntos llegan a la orilla. Ya casi
está amaneciendo. Tras el asombro y la advertencia a Pedro, que tuvo poca fe, para
caminar sobre las olas, adoran a su Maestro. “Tú eres el Hijo de Dios”
Nuestro compromiso: Escuchar la palabra de Jesús, obedecer las indicaciones de Jesús y
como San Pedro, ir hacia Cristo en nuestra labor de fieles amigos de Jesús.
