Cancún, Quintana Roo. La tormenta. “La barca iba ya muy lejos de la costa y las olas la sacudían porque el viento era contrario” (Mt. 14, 24). La barca de Pedro es la iglesia que sufre hoy embates y ataques por todos lados. Vientos fuertes y olas encrespadas la azotan por todos los costados.
El relativismo, el indiferentismo, el individualismo, los escándalos, las campañas mediáticas, las ideologías de género son los vientos contrarios que intentan trastocar los valores fundamentales de la vida cristiana como la fe, el matrimonio, la familia, queriendo hundir la barca de Pedro en el océano.
En medio de este huracán tempestuoso lo más importante es no perder la calma, sabiendo que las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. La barca de Pedro es la iglesia de Cristo y el nunca nos abandonará en medio del océano a merced de los vientos huracanados. En nuestra larga travesía hacia la otra orilla del reino de los cielos no podemos pretender ingenuamente que todos los días serán de calma y bonanza, no podemos imaginar que el océano será siempre como un cristal en perfecta calma y tranquilidad. La vida cristiana no es fácil ni está exenta de olas y vientos, de tempestades y huracanes que se desatarán de repente con grande furia sobre la barca de Pedro y sobre nuestra propia vida. Nunca faltarán los vientos contrarios, pero tampoco faltará la presencia poderosa del Señor Jesús.
El fantasma. No es un fantasma, es el Señor Jesús que sale al encuentro de sus discípulos y que les grita: ¡no tengan miedo!. Es el mismo Jesús en persona que hace caminar a los cojos, que hace ver a los ciegos, que limpia a los leprosos, que expulsa a los demonios, que resucita a los muertos y que calma a los vientos huracanados. En los momentos difíciles debemos poner toda nuestra confianza en él y sólo en él y postrarnos ante el diciendo: ¡Verdaderamente tu eres el Hijo de Dios!. Mientras no pongamos en él toda nuestra fe y toda nuestra confianza, seguirá siendo para nosotros como un fantasma. Mientras solo sea un personaje vago e histórico, seguirá siendo un fantasma, mientras solo encuentre en él una inspiración esporádica seguirá siendo un fantasma, mientras no lo sienta vivo, resucitado y glorioso junto a mí, seguirá siendo un fantasma.
La fe. “Hombre de poca fe ¿porque haz dudado?” (Mt. 14, 31). Jesús siempre nos sale al encuentro y nos dice: ¡ven, acércate más, no tengas miedo, ten fe!. Necesitamos mas fe para descubrirlo cada vez que pasa a nuestro lado en el pobre, en la comunidad, en la confesión, en la eucaristía y en su palabra. Necesitamos fe para fijar la mirada en él y no en las aguas encrespadas o en los vientos contrarios. Necesitamos fe para gritarle más fuerte: ¡sálvame Señor que perezco! Necesitamos más fe para no perder la confianza en él. Sin fe nos hundimos, sin fe con cualquier problema difícil se nos cae el mundo encima. Con la fe siempre saldremos adelante. Con la fe tarde o temprano no nos quedaremos atrapados con la tempestad. Tarde o temprano el viento se calma y vuelve la paz y la tranquilidad a nuestra alma. Amén, así sea. + Pedro Pablo Elizondo Cárdenas, L. C. Obispo de Cancún-Chetumal.