Cancún, Quintana Roo.– La perla preciosa. “El Reino de los cielos se parece a un comerciante en perlas finas que al encontrar una perla muy valiosa, va y vende cuanto tiene y la compra”. La primera etapa de este proceso del reinado de Dios en nuestro corazón, es la búsqueda. El hombre se da cuenta que todas esas cosas o perlas pequeñas no le llenan y no les satisfacen. El hombre se da cuenta que en su corazón tiene una gran nostalgia y un anhelo de algo más. De un amor y una trascendencia superior. Y entonces puede apagar o no hacer caso a esa nostalgia, o puede seguir buscando eso más grande que puede llenar su corazón, “nos hiciste para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta descansar en ti”. Dios nos hizo con un corazón muy grande; con un corazón a la medida de su amor; con un corazón que sólo se llena con él y con su amor. La gran llamada y el gran reto es no cansarse de buscar hasta encontrar la perla preciosa que puede llenar de sentido, de amor y de verdad nuestro anhelante corazón.
El tesoro escondido. “El Reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en un campo”. ¿Cuál es ese tesoro escondido en el campo, que el campesino encuentra y luego vuelve a esconder?. Ese tesoro es el mismo Cristo Jesús, su mensaje, su persona y su revelación de amor a los hombres. Es un tesoro escondido porque sólo en la fe y en la esperanza lo descubrimos. “Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él”. Una vez que descubrimos e intuimos la belleza y la riqueza de ese amor de Dios. Una vez que experimentamos la alegría del gran hallazgo, entonces tenemos que decidir firmemente y valientemente. Optar y decidirse por algo, implica renuncia, implica dejar otras opciones para quedarse sólo con una. Por eso para comprar ese campo donde está el tesoro escondido, se necesita mucha fe, mucha esperanza, mucha confianza y sobre todo mucha valentía. Sentir la alegría del gran encuentro, es un don de Dios, pero también le toca al hombre, escarbar el campo, comprar el campo y arriesgarse a vender todo lo que tiene para comprar aquel campo. Tenemos que ser decididos y arriesgados y no podemos aplazar o posponer la decisión. Tenemos que jugarnos la vida en esa decisión, porque ahí también nos jugamos la alegría y la felicidad, tenemos que aprender a tener buenas decisiones. “El Reino de los cielos padece violencia y solo los valientes y arriesgados lo arrebatan”.
La red. También se parece el Reino de Dios a la red que los pescadores, echan en el mar y recoge toda clase de peces. Cuando se llena la red, los pescadores la sacan a la playa y se sientan a escoger los pescados; ponen los buenos en canastos y tiran los malos. Jesús nos enseña que al final de la historia, los malos y los buenos serán separados y tendrán un destino eterno diferente. En este tiempo los malos pueden burlar la justicia humana, pero al final de los tiempos de Dios nadie se ríe y se impondrá la justicia divina, porque Dios es el único juez de vivos y muertos. En este tiempo, mientras vamos de camino a la eternidad, Dios nos pone en alerta porque nos ama. Seamos buenos peces para que nos pongan en los canastos del cielo. + Pedro Pablo Elizondo Cárdenas, L. C. Obispo de Cancún-Chetumal.