Ciudad de México.— Educación para la libertad. La conquista de la libertad es personal, y la calidad del grupo familiar resultará de la calidad personal de sus miembros.
Pero nos educamos juntos, unos con otros. En este sentido, adquieren relieve las relaciones en la familia.
A partir del cariño -es decir, de querer a los demás como personas-, cada miembro de la familia se educa fundamentalmente a causa de unas buenas relaciones familiares. Unas buenas relaciones familiares son aquellas que permiten conocer y querer más a los otros.
Las relaciones conyugales marcan la pauta de las demás relaciones familiares. Es difícil conseguir en la relación padres-hijos lo que no se alcance en las relaciones marido-esposa. Los logros, en esta relación, están hechos de detalles que facilitan la autonomía y la entrega del otro.
La relación padres-hijos será educación para la libertad si los padres poseen un cierto sentido del humor y no tienen un concepto demasiado raquítico de la libertad.
Los padres con autoridad son exigentes y comprensivos, pero sobre todo son contagiosos: saben estimular por su ejemplo, por su propio modo de hacer.
La educación para la libertad respeta el protagonismo de la persona en su propio proceso educativo, y no lo sustituye cuando el interesado está en condiciones de seleccionar personalmente —con la información y orientación adecuadas— unas metas asequibles y los medios para alcanzarlas.
Una persona educada para la libertad sabe escoger lo que es mejor para ella: lo que la hace ser mejor persona, lo que pule sus capacidades, eleva su espíritu, lo que la libera y no la esclaviza (vicio), lo que le facilita vivir con dignidad, lo que la lleva a apreciar la belleza y el arte, lo que beneficia a los demás, no solo a ella. Frente Nacional por la Familia. Minuto de formación F# 34