Ciudad de México.– En la encíclica “Amoris Laetitia”, el Romano Pontífice advierte sobre los peligros del consumismo en la vida de familia.

“En la sociedad del consumo el sentido estético se empobrece, y así se apaga la alegría. Todo está para ser comprado, poseído o consumido; también las personas”.

Para las familias que viven en una sociedad de consumo es casi imposible no verse envueltos en sus promesas y sus mensajes. ¿Son realmente dañinos? Y si lo son, ¿afectan el modo de tratar a los demás?

En cualquier caso, todos somos consumidores, todos necesitamos comprar.

Da igual cuánto tengamos, siempre necesitaremos algo más. Que lo que tenemos sea más grande, inteligente o llamativo. Como resultado, terminamos comprando más y más, consumiendo más allá de nuestras necesidades.

Y entre esos mensajes invasivos, hay escondida una propuesta, un modelo de vida, un ideal de familia perfecta donde nadie envejece o se enferma. Una fantasía que no tiene nada que ver con la realidad que afrontan las familias cada día, en las que madura el verdadero amor.

El Romano Pontífice avisa de que la mayor amenaza son esos valores que promueve el consumismo, porque debilitan las virtudes que aprendemos en la familia. Fomentan que nos centremos en nuestras metas y necesidades, y crean un individualismo que puede dañar a uno mismo, a la familia y a la sociedad. Cuando nos volvemos incapaces de ver más allá nuestros deseos y necesidades, creamos pequeños entornos seguros donde los demás son considerados una molestia o amenaza. Frente Nacional por la Familia Minuto de formación F# 6

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