La víspera de pentecostés concluimos nuestro Primer Sínodo Diocesano, con un profundo sentimiento de gratitud en nuestro corazón. Nos sentimos muy bendecidos por Dios nuestro Padre por la efusión del Espíritu Santo que se derramó en nuestros corazones y se manifestó de muchas maneras. Nos sentimos muy agradecidos con el gran trabajo de la secretaria general y de la secretaria central que desde el momento de la preparación se dedicaron generosamente a realizar cada etapa con mucho esmero y profesionalismo. En el momento de la asamblea sinodal, contamos con la presencia de numerosos obispos, que nos compartieron conferencias magistrales, muy iluminadoras y estimulantes. Todos los servidores que apoyaron este evento en la liturgia, en la oración al santísimo, en los alimentos, en la limpieza, en el manejo de los aparatos, etc., lo hicieron con mucho amor y plena dedicación. De tal forma que todo se llevó a cabo con muy buen espíritu, con mucha paz y con mucha participación.
Nuestro Primer Sínodo Diocesano nos permitió hacer un cualificado ejercicio de sinodalidad. Todos los sinodales se pudieron expresar con plena franqueza y libertad de espíritu en un ambiente de paz, serenidad y respeto. Todos escuchamos con mucha atención todas y cada una de las aportaciones y comentarios y en los momentos de oración y reflexión tratamos de escuchar la voz del Espíritu Santo. Todas las fuerzas se sumaron y las actitudes menos sinodales se volvieron al final muy sinodales. Tenemos la firme esperanza, que la sinodalidad experimentada en el sínodo, no quede en un evento aislado, sino que se haga estilo de vida pastoral y se quede plasmada en las estructuras de los consejos parroquiales, comisiones y dimensiones.
Se manifestó la presencia del Espíritu Santo en la entusiasta participación de los fieles laicos. Sorprendió de manera particular las numerosísimas aportaciones en el tema de la caridad y de la pastoral social. La gran riqueza de aportaciones quedó recogida en las actas que serán de gran utilidad para nuestro plan pastoral. Hubo otros temas que tuvieron gran resonancia en el aula sinodal y que van marcando nuestro caminar. Una de las claves del éxito de nuestro sínodo fue la oración de todos los fieles que se concretó en un gran ramillete espiritual en la semana de adoración en las parroquias, el la adoración en toda la semana del sínodo y en la oración por el camino sinodal que se realizó en todas las misas. De esa forma pudimos abrir y disponer nuestro corazón para la efusión del Espíritu Santo.
La participación intensa de los laicos marco la asamblea. Los fieles laicos participantes hablaron con toda franqueza y libertad de espíritu y al mismo tiempo con gran respeto, confianza y cariño por sus pastores, esperan y anhelan un acompañamiento mas cercano y una formación más cualificada para poder servir mejor a sus apostolados. Los fieles laicos participantes, tomaron mayor conciencia de su papel y misión específica en la iglesia y en el mundo. Sienten la necesidad de encuentros y experiencias kerigmáticas mas profundas para poder responder a su misión evangelizadora.
Varios temas se repitieron insistentemente o resonaron fuertemente en el aula, pero el tema de fondo de las numerosas aportaciones fue la caridad evangélica. Como foco iluminador y motor impulsor de los diferentes aspectos prácticos de la caridad: caridad pastoral, caridad social, caridad de primitiva comunidad, caridad samaritana, caridad sinodal. El gran desafío será vivir la caridad que comienza con el amor de Dios en nosotros que enciende el Espíritu Santo en nuestros corazones y que nos lleva a servir a nuestros hermanos en las obras de misericordia y en la Evangelización. El nuevo rostro de nuestra iglesia, es la caridad. + Pedro Pablo Elizondo Cárdenas, L. C. Obispo de Cancún-Chetumal.