1 Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo.

2 Y después de hacer un ayuno de cuarenta días y cuarenta noches, al fin sintió hambre.

3 Y acercándose el tentador, le dijo: «Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes.»

4 Mas él respondió: «Está escrito: No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.»

5 Entonces el diablo le lleva consigo a la Ciudad Santa, le pone sobre el alero del Templo,

6 y le dice: «Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: A sus ángeles te encomendará, y en sus manos te llevarán, para que no tropiece tu pie en piedra alguna.»

7 Jesús le dijo: «También está escrito: No tentarás al Señor tu Dios.»

8 Todavía le lleva consigo el diablo a un monte muy alto, le muestra todos los reinos del mundo y su gloria,

9 y le dice: «Todo esto te daré si postrándote me adoras.»

10 Dícele entonces Jesús: «Apártate, Satanás, porque está escrito: Al Señor tu Dios adorarás, y sólo a él darás culto.»

11 Entonces el diablo le deja. Y he aquí que se acercaron unos ángeles y le servían. (Mt. 4, 1-11)

Jesús, experimentó en su cuerpo de carne y en su persona, todo menos el pecado. Así, la tentación y la cercanía del Maligno, la sintió en su piel, a lo vivo. Y como su naturaleza humana, era también perfecta su sensibilidad y, por tanto, muy receptor a todos los estímulos que le reclamaban. Al Demonio, lo sintió cercano, hasta por el olor. Y como éste, no es original, siempre quiere atraer por los estímulos. Y los primeros, los del cuerpo.

Jesús, antes de comenzar su obra salvífica a favor de los hombres, quiso retirarse al desierto para orar, para llenarse de la unión con Dios en cuarenta días de soledad, con Él sólo. Pero no sólo para orar, sino para ser tentado por el Diablo. Esto, nos lo afirman los Evangelistas y nos parece extraño. Pero si profundizamos en la Palabra de Dios, vemos que Jesús quiso reproducir en su Persona, los cuarenta años que su pueblo elegido pasó en el desierto. Ellos, también experimentaron las tentaciones. Primero de la gula, pidiendo a Dios carne y también pan a su gusto. Y el pueblo, sucumbió a la tentación, protestando y quejándose a Dios. También,Jesús sintió hambre, un hambre voraz, después de cuarenta días de ayuno. Pero, sus ojos estaban clavados en Dios, su Padre, y confiaba.

En esta coyuntura de Jesús, el Maligno, se le acercó para insinuarle un milagro a su favor: hacer de las piedras, pan. Pero, aunque Jesús estaba débil de fuerzas físicas, su mente y voluntad estaban prestos y lúcidos para escuchar la Palabra de Dios: “no sólo de pan vive el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios”. ¡Ella, sí que es alimento para el alma y para el cuerpo!

En otra ocasión, el Diablo, volvió a tentarle, pues si era Dios, podía caer en el vacío y todos creerían en él. Pero Jesús, ante tan burda proposición, le dice que “al Señor tu Dios, no puedes tentarle” ¿. Y, por último, le propone que lo adore, a cambio de darle todos los mundos con su gloria fatua. Pero, la misión que Jesús recibe del Padre, no es que conquiste la vacuidad de este mundo, sino que libere a los hombres del poder de Satanás y adore y ame a Dios sobre todas las cosas. Y es que, Dios es bueno, el Único bueno que, de esta bondad, sacó toda su creación y porque la ama, la quiere salvar y rescatar del pecado y de la muerte. Y el Padre, no le propuso a Jesús, su Hijo, una redención a base de gloria y de violencia, sino que le ofreció una cruz donde el pecado de los hombres le llevaría al dolor y a la muerte. Pero en ella, estaba clavado todo el amor de Dios, y por ello, tiene capacidad de resucitar a Jesús y a todos los que le siguen: todos los muertos que, han creído en Él y lo han amado.

¡Señor, nosotros también sentimos las tentaciones del Maligno en nuestra vida! ¡Pero Tú, nos has dado un arma infalible contra su poder satánico: la oración confiada e incansable! Pues, ¿quien acudió a Dios y no fue escuchado? El Señor, siempre vela por sus siervos fieles que, le claman a gritos, día y noche. Y su oración a Dios, es Palabra de Dios: “¡no nos dejes caer en la tentación y líbranos del Maligno!” Jesús, nos entregó el Padre-Nuestro con tanto amor que, se le conmueve el Corazón al escucharlo de nuestros labios: “¡Escucha Señor, atiende Señor, actúa sin tardanza, por tu honor y tu gloria! ¡Amén! ¡Amén!

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