Cancún, Quintana Roo. – “Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y los llevó a parte a un monte elevado” (Mt. 17, 1) El próximo miércoles es miércoles de ceniza y en ese día inicia el camino cuaresmal, es el mensaje dominical de Monseñor Pedro Pablo Elizondo Cárdenas. L. C., obispo de la Diócesis Cancún–Chetumal
En este tiempo litúrgico, el Señor nos toma consigo y nos lleva a un lugar apartado. Aun cuando seguimos en el mismo trajín de nuestra vida ordinaria, en cuaresma se nos invita a subir a un monte elevado junto con Jesús para vivir una experiencia especial de ascesis, de esfuerzo para superar nuestras faltas y resistencias en el seguimiento de Jesús por el camino de la cruz. Debemos dejarnos conducir por Él a un lugar desierto y elevado, distanciandonos de los ruidos, mediocridades y vanidades del mundo. Es necesario ponerse en camino, un camino cuesta arriba que requiere mucho esfuerzo sacrificio y concentración, como una excursión por la montaña.
El Papa Francisco nos invita a que este camino de la cuaresma sea también sinodal, es decir que lo recorramos juntos apoyándonos, animándonos y sosteniéndonos unos a otros como lo hace un equipo en la escalada de una montaña. En el retiro en el monte Tabor, Jesús llevó consigo a tres discípulos, quiso que esa experiencia de gracia no fuera solitaria, sino compartida. A Jesús hemos de seguirlo juntos. Y juntos como iglesia peregrina en el tiempo, vivimos la cuaresma caminando con los que el Señor ha puesto a nuestro lado, como compañeros de viaje. No da lo mismo ir en solitario que todos juntos. En la primitiva comunidad vivían unidos como un solo corazón y una sola alma y lo compartían todo con todos y ahí se manifestó Jesús que les había dicho: “donde están dos o tres reunidos en mi nombre, ahí estoy yo en medio de ellos”.
“Llegado el momento culminante en la cima del monte, se transfiguró Jesús en presencia de ellos, su rostro resplandecía como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la luz” (Mt. 17, 2). Aquí está la cumbre y la meta del camino. Aquí vieron su gloria con una luz sobrenatural que no procedía del exterior, sino que irradiaba de Él mismo. La belleza divina de esta visión, fue incomparablemente mayor, que cualquier esfuerzo por subir al tabor. Después de mucho esfuerzo fatigoso de cualquier excursión de montaña, al final sorprende el maravilloso panorama, que sorprende y hace que valga la pena de escalada. También el camino sinodal es a menudo arduo, pero al final nos espera algo maravilloso y sorprendente.
El camino ascético cuaresmal, al igual que el camino sinodal, tiene como meta una transfiguración personal y eclesial, pero al mismo tiempo es un punto de partida para bajar a la llanura, realizar la misión y cumplir la voluntad de Dios en la vida y actividades de todos los días. De igual manera nuestro sínodo diocesano es al mismo tiempo un punto de llegada y un punto de partida. No podemos quedarnos en una religiosidad de acontecimientos extraordinarios o efectos especiales, sin afrontar la realidad con sus fatigas cotidianas. “No todo el que dice: ¡Señor, Señor! entrara en el Reinos de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre”. En el camino sinodal, no podemos quedarnos con la ilusión y la sensación de experiencias bonitas de comunión, necesitamos bajar a la llanura y seguir trabajando la sinodalidad en la vida ordinaria de nuestras comunidades. Que el Espíritu Santo nos anime durante esta cuaresma en nuestra escalada con Jesús a la cima del monte, para que experimentemos su resplandor divino y prosigamos juntos con Él nuestro camino sinodal, concluyó Monseñor Pedro Pablo Elizondo Cárdenas. L. C.