Konaté Hernández 

Cancún, Quintana Roo.– Luego de dos años, las comunidades parroquiales de la Iglesia Particular, tuvieron una destacada participación para disfrutar del 28 Encuentro Mariano este fin de semana en el Cancún Center, donde se dieron cita apostolados y movimientos laicales y Stand de la Diócesis de Cancún Chetumal, en Cancún. 

Se hace una cordial y extensiva invitación a rezar el Rosario a confiar y pedir a María por las preocupaciones personales, necesidades del mundo y en particular el tema de la paz en el mundo, en familia y en el corazón. 

En su mensaje dominical, Monseñor Pedro Pablo Elizondo Cárdenas, hizo una cordial y extensiva a la invitación a la comunidad a unirse durante este mes de octubre dedicado a Nuestra Señora del Rosario a rezar el Rosario y confiar a María las preocupaciones personales, necesidades y en particular en el tema de la paz en el mundo, en familia y en el corazón y la Virgen de Guadalupe escuche las plegarias para que en México haya paz y seguridad y para que en la Diócesis se lleve a cabo un sínodo diocesano fecundo para el crecimiento de la fe en éste pueblo. 

La gente respondió que le gustó participar en la Iglesia y servir a sus hermanos con anhelo de encontrar un espacio amplio en la misión, con muchas maneras de servir a Dios pero siempre con amor y la conciencia de ser humildes servidores del Señor, durante las encuestas realizadas para llevara a buen término el Sínodo Diocesano. 

La Palabra de Dios invita a reconocerse siervos, limitados, pobres, débiles, vulnerables y frágiles, mientras que la fe da fortaleza y confianza. La gran paradoja de la fe es que ese sentimiento del creyente le lleva a romper definitivamente con los límites de su mente racional para poder hablar con algo que no ve, que no huele y que no puede tocar, dijo.  

La fe es la sensación de sentirse frágil, vulnerable, chiquito y perdido en la infinidad del universo, que paradójicamente hace sentir fuerte, absoluto y sin dudas. Ser pobres siervos, pero con una gran fe en el poder de Dios que capacita y habilita a servir fielmente a los hermanos y hacer grandes obras de misericordia. La fuerza se realiza en la debilidad, es decir cuando sé es débil entonces sé es fuerte, diría San Pablo. Reconocerse como siervos inútiles hace siervos sumamente útiles con la gracia de Dios, de ahí que la vulnerabilidad se vuelve una fuente de fortaleza cuando se deja que Dios actúe con poder en nosotros. 

Para ser siervos fieles del Señor, se requiere que el Señor aumente la fe, en su llamado: “tú eres mi siervo a quien yo sostengo, mi elegido en quien tengo puestas mis complacencias, yo te he ungido para que vayas y seas luz de las gentes y alianza de los pueblos. Yo el Señor te llamé en justicia y estaré siempre contigo, así de la mano y te formé (Is. 42,6)”. La firme convicción de que el Señor llama a pesar de las debilidades y limitaciones y de que él es el que sostiene, da una gran seguridad y confianza en el servicio a la iglesia. Para ser servidores fieles se requiere gran fe en la iglesia, sacramento de salvación y cuerpo de Cristo, fundada sobre la roca de Pedro, que jamás puede ser destruida por los poderes del infierno, porque es Jesús mismo quien mora en ella. “Yo soy Jesús a quien tu persigues”, “Yo estaré con ustedes hasta el final de los tiempos”. Señor aumenta nuestra fe en la iglesia para servir mejor. Para ser siervos fieles se necesita una gran fe en la misión que el Señor nos encomienda, al ser unos siervos pobrecitos, limitados, pecadores, vulnerables, pero así nos quiere el Señor. Cristo necesita siervos humildes para hacer a través de ellos sus milagros y maravillas. Cristo confía en nosotros a pesar de todas las debilidades, limitaciones y pobrezas. Imposible ignorar su amor, misericordia y confianza en nosotros, para ser dóciles siervos, concluyó Pedro Pablo Elizondo Cárdenas, L. C, Obispo de la Diócesis Cancún-Chetumal. 

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