En la novena Jornada Mundial por la Eliminación de las Armas Nucleares, el Papa
reitera en un tweet que «hoy más que nunca» el uso «con fines bélicos» de este tipo
de recursos va «no sólo contra el hombre y su dignidad, sino contra cualquier
posibilidad de futuro en nuestra casa común»
Andrea De Angelis – Ciudad del Vaticano
Un uso criminal. El Papa es claro al condenar el uso de la energía nuclear para
fines no pacíficos. Desde su cuenta @Pontifex un tweet a última hora de la
mañana resumía su pensamiento: Deseo reiterar que el uso de la energía atómica
con fines de guerra es hoy más que nunca un crimen, no sólo contra el hombre y
su dignidad, sino también contra toda posibilidad de futuro en nuestra casa
común.
El mensaje de Francisco llega con motivo del Día Internacional para la
Eliminación Total de las Armas Nucleares y subraya una vez más la urgencia
de una solución alternativa e inmediata a la disuasión producida por este tipo de
armamento que la comunidad internacional está llamada a encontrar. La guerra en
Ucrania ha exacerbado un sistema en el que las armas nucleares han jugado, y
siguen jugando, un papel importante en el tablero geopolítico mundial. Un camino
que puede llevar a toda la humanidad al abismo de la autodestrucción. Y la
jornada de hoy, que se celebra a instancias de las Naciones Unidas cada 26 de
septiembre desde 2013, es un estímulo más para acelerar la reflexión.
Una actualidad desarmante
Nunca antes el desarme nuclear había estado tan de actualidad como en 2022.
Hace dos días se conmemoró el séptimo mes desde el inicio de la guerra en
Ucrania, país que, además, renunció a su tercer arsenal nuclear en el 94. Un
conflicto en el que, tras el referéndum deseado por el Kremlin en las regiones
ucranianas ocupadas y no reconocido por la mayoría de la comunidad
internacional, el uso de las armas nucleares ha vuelto a ser amenazado por
Moscú.
En un mundo en el que los hombres y las mujeres viven «bajo presión», en la
proyección de un futuro hecho de máquinas y robots que dan la ilusión de la
«eterna juventud», gana terreno la idea de «una catástrofe final que nos extinguirá»,
y esto es «lo que ocurre con una eventual guerra atómica», dijo el Papa durante su
catequesis en la audiencia general del pasado 16 de marzo, en referencia a las
reiteradas amenazas nucleares surgidas en las primeras semanas del conflicto en
Ucrania. «El ‘día siguiente’ -si es que todavía hay días y seres humanos- habrá que
empezar de cero. Destruir todo para empezar de nuevo desde cero», añadió
Francisco.
El desarme no es una debilidad
Tres meses después, el 21 de junio de 2022, el Papa reiteró su llamamiento en un
mensaje dirigido al embajador Alexander Kmentt, presidente de la primera reunión
de los Estados miembros del Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares,
que se celebraba en ese momento en Viena. En esa ocasión, Francisco volvió a
pedir que «se silencien todas las armas y se eliminen las causas de los conflictos
recurriendo incansablemente a las negociaciones». «Los que hacen la guerra se
olvidan de la humanidad», reiteró, y subrayó que «la paz es indivisible y, para ser
verdaderamente justa y duradera, debe ser universal». Es un razonamiento
engañoso y contraproducente pensar que la seguridad y la paz de unos está
desconectada de la seguridad y la paz colectivas de otros».
Para el Papa, pues, la energía nuclear bien puede definirse como un «multiplicador
de riesgos» que «sólo proporciona la ilusión de una paz de cualquier tipo: tratar de
defender y garantizar la estabilidad y la paz a través de una falsa sensación de
seguridad y un equilibrio de terror, sostenido por una mentalidad de miedo y
desconfianza, termina inevitablemente por envenenar las relaciones entre los
pueblos y obstaculiza cualquier forma posible de diálogo real». La posesión de
armas atómicas, además, conduce fácilmente a la amenaza de su uso: se
convierte entonces en «una especie de chantaje», dijo Francisco, «que debería
repugnar a las conciencias de la humanidad».
Oración a María
El Papa: Recemos a María para que el mundo sea preservado de la guerra
atómica.
Más recientemente, en su discurso a los participantes en la sesión plenaria de la
Pontificia Academia de las Ciencias, el Papa recordó la invocación que San Juan
Pablo II dirigió a la Virgen María para que el planeta no conociera el horror del
conflicto nuclear: Los numerosos conflictos armados en curso son muy
preocupantes. Dije que era una tercera guerra mundial «en pedazos». Hoy quizá
podamos decir «total», y los riesgos para las personas y el planeta son cada vez
mayores. San Juan Pablo II dio gracias a Dios porque, por la intercesión de María,
el mundo se había salvado de la guerra atómica. Por desgracia, debemos seguir
rezando por este peligro, que debería haberse evitado hace tiempo.
A continuación, el Pontífice subrayó que «los logros científicos de este siglo deben
estar siempre guiados por las exigencias de la fraternidad, la justicia y la paz,
contribuyendo a resolver los grandes desafíos que se plantean a la humanidad y a
su hábitat».
Un uso pacífico de la energía nuclear
Han sido innumerables las ocasiones en las que la Santa Sede ha expresado su
firme no al uso y posesión de armas nucleares. Hace poco menos de un año, por
ejemplo, el cardenal secretario de Estado Pietro Parolin recordaba cómo la
pandemia «nos está enseñando una valiosa lección», a saber, que «es necesario
reconsiderar nuestro concepto de seguridad», que «no puede basarse en la
amenaza de la destrucción mutua y el miedo, sino que debe encontrar su
fundamento en la justicia, el desarrollo humano integral, el respeto de los derechos
humanos, el cuidado de la Creación, la promoción de las instalaciones educativas
y sanitarias, el diálogo y la solidaridad». Lo hizo inaugurando con un video mensaje
la conferencia «¿La conversión de las armas nucleares? ¡Conviene!», organizado
por el «Comité para una Civilización del Amor», celebrado en la sala de prensa del
Sacro Convento de Asís.
La Academia Pontificia de las Ciencias publicó en abril de 2022 una larga
declaración sobre la prevención de la guerra nuclear, en la que se enumeran los
riesgos que ésta conllevaría para toda la humanidad. Nueve puntos de acción y
cuatro llamamientos a los dirigentes nacionales y religiosos, a los científicos y a
los hombres y mujeres de todo el mundo para que la ciencia ayude a vivir en paz,
para frenar la perversión de sus logros.
Recientemente, el Vaticano ha hecho un llamamiento a los Estados para que
cooperen en la búsqueda de usos pacíficos de la energía nuclear. En su
intervención del 8 de agosto en Nueva York en la conferencia de la ONU para la
revisión del Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares, el arzobispo
Gabriele Caccia, jefe de la delegación de la Santa Sede, reiteró su convicción de
que la energía atómica sólo debe utilizarse con fines pacíficos. Los constantes
llamamientos de Francisco.
«El uso de la energía atómica con fines bélicos es inmoral, del mismo modo que lo
es la posesión de armas atómicas, como ya dije hace dos años. Seremos
juzgados por ello». Este es sin duda uno de los pasajes más fuertes del discurso
del Papa en el Memorial de la Paz de Hiroshima. Ya en la audiencia de 2017 a los
participantes en la conferencia «Perspectivas para un mundo libre de armas
nucleares y para el desarme integral», el Papa subrayó cómo el uso de las armas
nucleares, así como su «misma posesión», deben ser «firmemente condenados», y
palabras similares pronunció ese mismo año en la rueda de prensa del vuelo de
regreso del viaje apostólico a Myanmar y Bangladesh.
También, con motivo de la 53ª Jornada Mundial de la Paz, que se celebra el 1 de
enero de 2020, Francisco volvió a referirse al peligro de las armas nucleares. «No
podemos pretender mantener la estabilidad del mundo por miedo a la aniquilación,
es un equilibrio muy inestable, suspendido al borde del abismo nuclear y – escribió
– encerrado entre los muros de la indiferencia, donde se toman decisiones
socioeconómicas que abren el camino a los dramas del despilfarro humano y
creativo, en lugar de protegerse».