Cancún, Quintana Roo.– La avaricia es la madre de todos los vicios y la raíz de muchas traiciones, tal cual
afición desordenada por el dinero, como le pasara a Judas Iscariote, indicó Monseñor Pedro Pablo Elizondo Cárdenas, Obispo de la Diócesis Cancún Chetumal, en su mensaje dominical.
Aferrarse al dinero se puede convertir en idolatría cuando esté es el centro de los deseos, aspiraciones,
afanes y trabajos, precisó.
Dar el corazón al dinero es no solo volverse sus devotos adoradores, sino además sus esclavos, el demonio entra por el bolsillo, rememoró las palabras del Romano Pontífice.
Jesucristo no condena la posesión del dinero en sí, sino el dejarse poseer por la afición desordenada, que
lleva a entregar el corazón y a tenerlo como un Dios. Hacer del oro un ídolo y adorarlo ya no importa la
manera justa y honesta de adquirirlo, porque se da con facilidad todo tipo de usura, extorsión, corrupción y robo con tal de obtener más dinero, sin importar si es mal habido, menos importan las vidas que están en riesgo, amistades y lealtades, porque lo más importante es tener más dinero.
Por eso el Señor dice: “No se puede servir a Dios y al dinero”, adorar el dinero lleva al afán desordenado de acumular sin preocuparse en usarlo en satisfacer las necesidades básicas y sin querer compartir con los más necesitados. Es una afición que vuelve al rico egoísta, aislado y más duro de corazón. Además de que el dinero lleva a angustiarse de perderlo y buscar acumularlo. Quita el sueño, no deja vivir en paz, ni da la
felicidad, porque los bienes materiales, pueden ocupar el corazón, pero no lo llenan, por lo que queda un
vacío que sólo Dios puede llenar. Adorar al ídolo del oro hace esclavo, de ahí que no se puede servir a Dios y al dinero.
¡Hay más alegría en dar que en recibir!, la felicidad y la paz del alma no consiste en tener más, ni mucho
dinero, sino en dar compartir lo mucho o poco que se tenga, desprenderse de las cosas materiales llena de paz el alma y da la dichosa libertad de la pobreza de espíritu, los bienes materiales hay que ganarse los bienes eternos.
Tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber!,… lo malo no es tener bienes materiales, lo malo es no saber compartir. Hay personas ricas que son muy generosas, muy justas y que saben ayudar y hacer mucho bien a los más necesitados con su caridad, generosidad se ganan el cielo, por lo que la
abundancia de los bienes materiales puede ser una gran bendición para quienes saben recibir de Dios con gratitud, trabajar con esfuerzo y compartir con generosidad entre sus hermanos más necesitados, concluyó Monseñor Pedro Pablo Elizondo Cárdenas.