Cancún, Quintana Roo.– Jesús, en vez de responder si son pocos o muchos los que se salvan, para exhortar a todos a esforzarse por alcanzar la salvación, indicó Monseñor Pedro Pablo Elizondo Cárdenas, en la Catedral de la Santa Cruz y Santísima Trinidad en Cancún.

Cristo vino a pagar la sentencia condenatoria de los pecadores para morir en la cruz, como se reza en el
credo, por nuestra salvación bajó del cielo y fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato, precisó.

Sin embargo para alcanzar la salvación hay algo que nos toca hacer y requiere mucho esfuerzo y mucha
lucha; el Reino de los cielos padece violencia y sólo los esforzados lo arrebatan, en una conquista ardua. No hay puestos reservados para ciertas categorías privilegiadas, no hay colados, cada uno deberá ganárselo con esfuerzo y con lucha ardua.

Revestidos de Dios para resistir las acechanzas

En primer lugar, es luchar contra nosotros mismos, porque los peores enemigos son las propias pasiones
desordenadas que nos quieren arrastrar lejos del Reino de Dios. Los peores enemigos son las inclinaciones de la naturaleza caída como la ira, soberbia, lujuria, codicia, envidia y pereza, debido a que la carne está contra el espíritu y el espíritu contra la carne, de tal forma que hay un antagonismo y una inevitable pugna. En segundo lugar, es luchar y esforzarse por cultivar y practicar las virtudes cristianas de la fe, esperanza y caridad, así como las virtudes evangélicas de las Bienaventuranzas: pobreza, humildad, castidad, oración.

La naturaleza caída tiende a lo fácil, a la comodidad, placentero y le saca la vuelta al esfuerzo, al sacrificio
que implica la práctica de la virtud, entrar por la puerta estrecha de la práctica de la virtud y finalmente en
tercer lugar, no olvidarse del enemigo del hombre que es el Diablo y “Revestirse de las armas de Dios para poder resistir sus acechanzas”. “Porque la lucha no es contra la carne y la sangre, sino contra los principados, potestades, dominaciones de éste tenebroso mundo, contra los espíritus del mal”. “En pie pues ceñida vuestra cintura con la verdad y revestidos de justicia como coraza, calzados los pies con el celo evangélico, abrazar siempre el escudo de la fe, tomar la espada del espíritu de la Palabra de Dios y perseverar en la oración.

Solo con Amor se juzga

Entrar por la puerta estrecha de la práctica de las Obras de Misericordia: “tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, estaba desnudo y me vestiste…entra en el gozo de tu Señor”. Ante la insistencia de aquellos que han comido y bebido con el Señor y que han escuchado sus enseñanzas en sus plazas, él les contesta: “Yo les aseguro que no sé quiénes son ustedes, apártense de mí todos ustedes
obradores del mal”.

Al final de la vida de nada nos servirá haber comido y bebido con Él o haber escuchado su enseñanza, no
contarán los fanatismos, opiniones, discursos, devociones, porque lo único que cuenta son las obras, esto es porque no todo el que dice: ¡Señor, Señor! entrará al Reino de los cielos, aunque digan al Señor: en tu
nombre profetizamos, en tu nombre expulsamos demonios, o en tu nombre hicimos muchos milagros, Él
contestará: ¡apártense de mí, no los conozco, obradores de iniquidad!, de ahí que de nada servirán ciertas
devociones o señales medio milagrosas, si no se cumple la voluntad Divina y si no se practican las obras de misericordia, al final sólo contarán las obras, concluyó Monseñor Pedro Pablo Elizondo Cárdenas, L. C.
Obispo de Cancún-Chetumal.

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