La fe es el sentimiento e intuición que lleva a romper los límites de la mente para hablar con algo que
se no ve, no huele, no se toca y que no sabes siquiera si existe, es la sensación de sentirse frágil,
vulnerable, chiquito y perdido en el universo, que paradójicamente hace sentirse fuerte, firme en la
certeza y seguro, la fe no es no es una cancha donde los creyentes se pelean unos contra otros.

Cancún, Quintana Roo.– Cuando el Espíritu Santo descendió sobre los apóstoles, aparecieron unas lenguas como de fuego que se posaron sobre cada uno de ellos y quedaron todos llenos del Espíritu Santo, indicó Monseñor Pedro Pablo Elizondo Cárdenas, en la Catedral de la Santa Cruz y Santísima Trinidad en Cancún.

Ese es el fuego que Jesús trae a la tierra, al corazón de cada cristiano bautizado es para que sucede algo
maravilloso, es comparado a una llama de fuego que calienta, arder el corazón lleno del amor divino.

El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha sido dado”, es ese amor divino que enciende los corazones, viene a transformar y a rescatar la dureza de la frialdad, de la indiferencia y del egoísmo.

La dureza del corazón hace permanecer fríos e indiferentes frente a las penas y necesidades del prójimo, esa dureza de corazón hace permanecer insensibles y ajenos a las necesidades del prójimo, por lo que el fuego del Espíritu Santo cuando penetra ese corazón duro, lo hace manso y humilde, compasivo y misericordioso. Fuego que enciende los corazones, que hace capaz de practicar las obras de misericordia: tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, estaba desnudo y me vestiste, estaba enfermo y me atendiste, estaba triste y me consolaste, estaba solo y me acompañaste. 2.

No he venido a traer la paz, sino la división

Cuando Jesús es presentado al templo, Simeón profetizó que Él sería signo de contradicción y que a través de su presencia se descubrirían los pensamientos de muchos corazones. “La luz vino a las tinieblas y las tinieblas no la recibieron”. “La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo”. “El mundo fue hecho por ella, pero el mundo no la conoció”. “Vino a su casa y los suyos no la recibieron, pero a todos los que la recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su
nombre”. Jesús es el camino, la verdad y la vida. Jesús es la luz del mundo, pero no todos se dejan iluminar, no todos la aceptan, no todos creen en Él, no todos lo siguen, no todos lo aman. Cuando Jesús aparece el mundo se divide, las familias se dividen, las sociedades se dividen en amigos y enemigos de Cristo, en seguidores y detractores. La fe es un don de Dios, pero al mismo tiempo una opción libre y personal. “Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad, pero siempre habrá quienes lo acepten y quienes lo rechacen y Dios no ha querido violentar la libertad del hombre e imponerles sus mandamientos y enseñanzas. Dios es un Padre bueno que respeta la libertad de sus hijos y los llama y los invita a la plenitud del amor, porque sabe que, si el amor no es libre, no es amor.

La fe no es una cancha donde diferentes equipos de creyentes se pelean unos contra otros, sino que es el
sentimiento y la intuición que lleva a romper los límites de la mente racional para hablar con algo que se no ve, que no huele, que no se puede tocar y que no sabes siquiera que existe; la fe es la sensación de sentirse frágil, vulnerable, chiquito y perdido en la infinidad del universo, que paradójicamente hace sentirse fuerte, firme, fundado en la certeza y totalmente seguro, concluyó Monseñor Pedro Pablo Elizondo Cárdenas.

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