Konaté Hernández
Bacalar, Quintana Roo.— Con gran amor los gremios y movimientos eclesiales, manifiestan su fervorosa
devoción a San Joaquín y Santa Ana, padres de María Santísima y santos patronos de Bacalar.
Del 18 al 26 de julio es el periodo del novenario organizado por la comunidad parroquial en avenida 7 # 205, por lo que hicieron extensiva la invitación a sumarse de los festejos patronales.
Comunidades de Buenavista, Miguel Hidalgo, Caanlumil, Reforma, Limones, Sagrado Corazón, Lázaro
Cárdenas recibieron la visita pastoral de Monseñor Pedro Pablo Elizondo Cárdenas en la parroquia de San
Joaquín que confirmó como nuevos soldados de Cristo, a quienes tomaron la catequesis.
Mientras que don Ángel Escalante Díaz, explicó que durante la guerra de castas en 1948, los mayas rebeldes quemaron la iglesia, sepultada entre escombros, con el techo colapsado, según anécdotas del abuelo.
Uno de los jefes mayas descubrió entre las cenizas la imagen de San Joaquín en perfectas condiciones y ordenó a sus inferiores cargar al “santito” que le gustó para llevar a Chumpón, pero por más esfuerzo no lo pudieron levantar, pues parecía pegado al suelo. Ante tal situación, el jefe maya encaró a la imagen diciéndole, —¿con que te niegas abandonar este lugar?, pues te llevaré así sea a pedazos—. Levantó el machete y al dar un fuerte golpe, le desprendió el brazo derecho con el que sostenía el bastón, al instante el machete partido en tres pedazos provocó heridas al agresor que murió súbitamente envuelto en su sangre.
Atemorizados los subalternos corrieron desenfrenados. Corría dos versiones antagónicas sobre la imagen milagrosa: unos decían que su existencia era fantasía, otros que, al observar sentían la presencia de algo divino, a inicios de los 40´s en el Territorio de Quintana Roo. Cierto día, el fotógrafo Karin Hall de Corozal, trató deshacer entuertos y despejar dudas.
En 1942, abrazando la imagen la colocó sobre una mesita junto a una albarrada, para fotografiar, le quitó el bastón, que depositó sobre piedras. Al terminar devolvió la imagen a su altar pero, al cruzar la calle como de diez metros de ancho, empezó a sentir que pasaba y con dificultad logró llevarla hasta la puerta. Se cuestionó —¿Qué pasará con la imagen? de pronto la he sentido pesada—, —¿Qué no se ha dado cuenta de que le falta su bastón?—, fue su respuesta.
Época difícil de predicación según anécdotas, el padre Francisco Palau, atendía la iglesia de San José en Payo Obispo, hoy Sagrado Corazón, solía frecuentar Bacalar y sus alrededores a vender mercancía en una lanchita. Sucedió que en cierta ocasión visitó el altar de San Joaquín y al verlo chamuscado, un brazo roto; pensó llevar a Payo Obispo, cosa que no pudo hacer porque se descompuso el motor de su lancha, que reparó al cabo de cuatro días.
Colocó la imagen en el vehículo que en vez de avanzar, dio una voltereta dañando su mercancía. Entonces el padre dijo, —está bien, Joaquinito, si no quieres ir a Payo Obispo, no es para que me hagas tanto desastre—. El padre huyó de Bacalar y de Payo Obispo y no volvió jamás, amenazado de muerte por predicar el Evangelio de Jesús en tiempos difíciles.
La fecha correcta de la devoción según el calendario romano es el 26 de julio, pero la población festejaba el 16 de agosto, en recuerdo de la noche de 1945, cuando se celebró por primera vez en la iglesia reconstruida luego de años abandonada por un motivo histórico arraigado en Quintana Roo, pues resulta que en Bacalar se sintió una fuerte y terrible sequía, por los años 30´s, y recurriendo a San Joaquín a pedir con mucha fe cesara esa calamidad, porque sabían era poderoso siendo esposo de Santa Ana, padre de la Virgen María y abuelo de Jesús, podía con facilidad interceder ante el Todopoderoso para que enviará lluvias, así fue como el pueblo tomó en cuenta las dos hechos, allá por 1937 cuando sólo había asentadas 10 familias en Bacalar.
Sacrílego inconsciente arrepentido confiesa su acción el 15 de julio de 1991, San Joaquín fue víctima de un atentado, provocado por un sacrílego zapatero remendón que vivía cerca del panteón, al introducirse a la parroquia en estado de ebriedad a las tres de la tarde con furia diabólica jaló de su nicho las tres imágenes, San Joaquín, Santa Ana y la Virgen María representada en su niñez, las dos últimas se hicieron añicos, mientras la primera quedó ilesa a pesar del fuerte impacto al caer al piso. Arrepentido de su acción, confesó que lo hizo de forma inconsciente.