P. Héctor Galván L.C.
Este cuarto domingo de Pascua nos recuerda que Jesucristo les aseguró a sus oyentes que él es el Buen Pastor, conoce a sus ovejas y las suyas le conocen. Selló su admiración afirmando que Él y el Padre son uno.
Dos preguntas. ¿Por qué se identifica con el Pastor que conoce a sus ovejas? ¿Y al final Él se identifica con el Padre? Dos palabras claves: Pastor, Padre. Dos Testamentos, el antiguo que se cumple en el segundo o nuevo.
Antiguo testamento. Desde el llamado de Dios a Abran está el concepto de pastor. Abran formará el pueblo escogido de Dios en medio de todos los primeros pueblos que aparecen en la historia. Entonces caminó el Patriarca con sus rebaños de ovejas hacia occidente. No es agricultor, Abran es Pastor. Abran va extendiendo su tienda por nuevos parajes. El culmen del pueblo ya numeroso no quiere depender de padres de tribu, quiere como los demás países ser regido por un Rey. Samuel obedece a Dios y unge primero a Saúl, que es rechazado por su desobediencia. Entonces es enviado con detalles precisos a ungir al nuevo y santo Rey, David, que con la fuerza del Espíritu Santo vencerá al gigante Goliat. David conducirá a Israel como rey y Pastor invencible.
Dios promete a David que su hijo edificará un templo digno de Dios y cuyo reino no tendrá fin. Ese hijo de David será el Hijo que concebirá la doncella de Nazareth, María Virgen, por obra del Espirito Santo.
En la plenitud del tiempo a sus 30 años, Jesús, el Hijo de Dios, el Salvador prometido, el Mesías prometido se manifestó, siendo bautizado en el Jordán por su primo Juan y comenzó a reunir a las 12 cabezas del nuevo Pueblo de Dios, y por todo esto, Jesús, con palabras humanas y poder y sabiduría divina afirmó: YO Soy el Buen Pastor. No Yahwe sino Mi Padre me las ha dado y doy mi vida por ellas. El Padre y Yo somos Uno.