Dios invita a la conversión sinodal que consiste en sentir la acuciante necesidad de construir la casa y escuela de comunión, de diálogo, amistad y fraternidad, en este camino sinodal para contemplar el mundo polarizado, dividido en discordia y violencia, sentir la urgencia de construir comunidad eclesial libre de clericalismos, funcionarios e integrada por servidores que dan la vida por sus hermanos.
Cancún, Quintana Roo. – Para levantarse y emprender el camino de la conversión, lo primero que se necesita es valor para reconocer que se ha caído, y sé está hambriento, miserable y necesitado, indicó Monseñor Pedro Pablo Elizondo Cárdenas en la Catedral de la Santa Cruz y Santísima Trinidad en Cancún.
El miedo y la vergüenza enfrentar la realidad y reconocer que se ha tocado fondo, es tener valentía, sincero y dar la cara, señaló.
Un corazón contrito y humillado Dios lo acoge, lo sana y regenera, cuando el pecador quiere volver al Padre, que vuelve su mirada hacia él y lo espera con ansia, esa es la grandeza de Dios su misericordia, donde se manifiesta la omnipotencia de Dios, por lo que la parábola del padre al ver volver a su hijo es conmovedora hasta las entrañas y el deseo de abrazarlo, besarlo, vestirlo con la túnica de fiesta, ponerle las sandalias en los pies y el anillo en su mano que significa devolverle toda la dignidad de hijo y toda la herencia de su patrimonio; pero al mismo tiempo lo hace asumir toda la responsabilidad de la hacienda paternal.
La misericordia de Dios no solo expresa un amor incondicional sin límites y una ternura infinita, sino también genera la responsabilidad y madurez en el pecador arrepentido, de ahí que en el cielo hay más alegría por un pecador arrepentido que por cien que no necesitan penitencia. Por eso en la parábola se hace fiesta con un gran banquete, música para celebrar la vuelta del hijo que había muerto y está vivo, que se había perdido y lo ha encontrado.
La misericordia del padre se convierte en la mejor ocasión para el encuentro entre los hermanos, una experiencia de construir la fraternidad, mientras el hermano mayor es invitado a perdonar y acoger a su hermano menor en la misma casa. Ambos tienen que convivir en la casa, trabajar juntos y celebrar juntos las fiestas que organiza el padre, subrayó Monseñor Pedro Pablo Elizondo Cárdenas.